¿De dónde sacaba esa furia con la que se descuartizaba sobre el escenario? ¿Por qué le brotaba la voz con una potencia y un desgarro que partían el alma? ¿Y ese sudor que empapaba su piel, mientras cantaba, como si estuviera poseída? Por pura rabia, la que sintió desde niña por no ser amada. Por eso sus conciertos, decía, eran como una catarsis donde desataba sus demonios. Y es que su baile con el dolor le servía para expiar la opresión que vivía lejos de los focos. Esa fue la llave con la que abrió la puerta de su infierno y escapó hacia un éxito sin retorno, aunque llegar a la cima tampoco fue fácil.

tina turner en una actuación de joven
Armel Brucelle
Tina Turner, en 1975, durante una actuación en Nancy (Francia).

Tina Turner nació el 26 de noviembre de 1939 en un hospital de Nutbush (Tennessee), en un sótano sin ventanas donde las mujeres negras daban a luz. Su verdadero nombre era Anna Mae Bullock, y era la menor de dos hermanas que crecieron prácticamente separadas por los vaivenes de un matrimonio de abusos y maltrato. Su madre la abandonó cuando tenía 11 años y su padre se largó cuando cumplió los 13. Fueron los abuelos paternos los que se hicieron cargo de ella y los que animaron a la joven a cantar en el coro de la iglesia bautista. Esa fue su primera salvación.

“Me voy a poner sentimental porque estoy bebiendo. No he recibido amor casi nunca en mi vida. No lo recibí ni de mi padre ni de mi madre desde que nací, pero sobreviví. ¿Por qué he llegado tan lejos sin amor? Porque nunca lo he tenido. Si lloro es porque mis lágrimas vienen con los recuerdos. No he tenido una historia de amor auténtica y continuada. He pasado por momentos jodidos. Me he roto”, contó en una de sus entrevistas.

Tina Turner, sus momentos más ‘jodidos’

tina turner e ike turner en 1961
Michael Ochs Archives
Conoció a Ike Turner cuando tenía 17 años. Él la convirtió en artista, pero también en una desgraciada.

1957 fue un año crucial en su vida porque, para bien y para mal, conoció a Ike Turner, músico, productor, pionero del rock and roll y el r&b y maltratador. Había ido a un club nocturno de St. Louis, en Misuri, donde a veces cantaba con su hermana Aillene, con la que volvía a vivir tras la muerte de su abuela. Cuando vio en escena a Ike y su banda Kings of the Rhythm, pensó: “Este es mi sitio”. Y coreó con tanta euforia desde la grada que le lanzaron un micrófono y subió a cantar. Ike se quedó absorto con su voz. Ese portento no se le podía escapar. Y la fichó. Con 18 años, Tina –Ike le había cambiado el nombre– se quedó embarazada del saxofonista del grupo, Raymond Hill. Él también la abandonó. Desapareció por una lesión de tobillo. Una excusa barata. Entonces Ike la acogió en su casa y ahí arrancó la carrera musical de Ike & Tina Turner Revue como dúo de éxito. Lo que nadie sospechaba, tampoco ella, era que aquella relación profesional de admiración mutua acabaría convertida también en una historia de amor tóxica provocada por un drogadicto, tímido e inseguro, que quería exprimir su producto hasta el final. En aquella época nacieron su único hijo en común, Ronald, y un montón de temas imborrables: A Fool in Love (1961), Poor Fool (1963), River Deep Mountain High (1966), Proud Mary (1970), Bold Soul Sister (1973)... (perdón por el paréntesis, tuve que levantarme a bailar).

Tina Turner, la primera feminista del rock and roll

ike y tina turner revue performing
Michael Ochs Archives
Actuación de Ike & Tina Turner, con su banda y las ikettes, sus famosas coristas (Dallas, 1964).

La década de los 70 –aquí, las 30 mejores canciones, de Abba a ZZ Top– fue para Tina un auténtico calvario. Casada con Ike desde1962, actuaba desde entonces casi los 365 días del año, además de cuidar como podía de cuatro hijos: dos adoptivos de Ike y dos biológicos. Las palizas, las humillaciones y las infidelidades ocupaban los otros ratos del día. “Usó mi nariz como saco de boxeo tantas veces que podía sentir el sabor de la sangre corriendo por mi garganta cuando cantaba. Me rompió la mandíbula. Y no podía recordar lo que era no estar con los ojos amoratados”, escribió en su biografía My Love Story (2018, Ed. Indicios). Café hirviendo, una horma de zapato, un perchero... cualquier cosa servía para vejarla. Pero en 1976 algo cambió. Tina conoció a una mujer llamada Valerie Bishop, cantante, con la que Ike apareció un día por casa. Fue ella quien la introdujo en el budismo, abriendo un resquicio de esperanza por el que escapar.

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"Hoy voy a hablar de respeto, porque respeto es lo que quiero. Pero no siempre obtenemos lo que queremos, especialmente las mujeres"

“Hoy voy a hablar de respeto, porque respeto es lo que quiero. Creo que es lo que la mayoría de nosotros queremos. Pero no siempre obtenemos lo que queremos, especialmente las mujeres. Esta noche hablaré por nosotras las mujeres, aunque de alguna manera el hombre siempre se las arregla para conseguir lo que quiere; así es, hacen lo que quieren y siempre que quieren hacerlo. Y, ¿sabéis qué?, lo hacen con quien quieran hacerlo. Pero habéis hecho que las mujeres pensemos. Sí, nosotras también sabemos pensar. Y creemos que todo lo que hay en las calles debe ser bueno, porque tu hombre ha estado ahí fuera mucho tiempo. Ahora nosotras las mujeres queremos salir también. ¡Quiero que lo hagáis!”, arengó Tina, micrófono en mano, antes de una actuación. Ike no daba crédito ante semejante mensaje feminista, de los primeros de la época. Meses después, le abandonó camino a Dallas, en medio de una gira. Estaban en la cúspide de su carrera. Precedían a los Rolling Stones y a The Who. Nadie como ellos calentaba a la audiencia, pero cogió su bolso, una bufanda y un abrigo de piel blanco y, con 36 centavos en el bolsillo, se marchó.

Tina Turner, muerte y resurrección

tina turner en un concierto en rotterdam en 1990
Rob Verhorst
Su energía sobre el escenario era descomunal, como si entrara en trance. Puede que su ascendencia cheroqui y navajo, afroamericana y europea tuviera mucho que ver. Ella enseñó a bailar a Mick Jagger.

Tardó dos años en obtener el divorcio y lo único que pidió fue quedarse con su nombre artístico. Ni joyas, ni casas, ni dinero. Solo quería su libertad. La consiguió, pero a cambio de aceptar una deuda millonaria por cancelar las actuaciones que tenían previstas juntos. Remontar en esas condiciones, y a cargo de dos hijos, le costó siete durísimos años haciendo espectáculos de cabaret en Las Vegas y alguna aparición esporádica en el show televisivo de Cher (revisa sus fotos más sexys y explosivas). Ella fue uno de sus grandes apoyos. Había pasado por lo mismo con Sonny. Pero la sombra de Ike seguía siendo demasiado alargada. Él controlaba la industria musical y allí nadie la quería sin él. Hasta que llegó Roger Davis, mánager de Olivia Newton-John, quien se partió la cara buscándole un hueco en alguna discográfica. “¿Has fichado a esa negra vieja?”, recuerda que le decían. Pero él creía tanto en ella que encontró la clave para relanzar su carrera y, de paso, contar la verdad, animándola a revelar sus años de maltrato a la revista People. Corría el año 1981 y Tina quería ser la primera cantante de rock que llenara estadios como Mick Jagger (recuerda la entrevista clásica que le hicimos cuando tenía 26 años). Le costó dar el paso, pero al final confesó: “Y me corté el pelo, y saqué mis vestidos más cortos y me puse a trabajar”.

Bowie: la generosidad de un grande

tina turner y bowie, abrazados, en 1985
Dave Hogan
Tina y Bowie, en 1985, en Londres. Él la recomendó a su discográfica y ella no defraudó. En 1988, estableció el récord Guinness al reunir a 188.000 personas en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro.

El gran David Bowie –aquí sus 20 mejores canciones de todos los tiempos– también salió en su auxilio. Le había fascinado su primera incursión en el cine titulada Tommy (1975), una ópera rock irreverente basada en el álbum de The Who en el que Tina era la Reina Ácida que despachaba LSD. También la admiraba por ese segundo álbum en solitario que surgió de aquella película, Acid Queen –puro soul rock por el que Ike casi muere de celos–, así que no dudó en recomendarla a EMI America cuando surgió la oportunidad. Le dio el empujón definitivo la noche de 1983 en la que iba a presentar su álbum Let’s Dance. ¿Y qué hizo? Canceló su fiesta de presentación diciendo a los jefazos de la discográfica que tenía que ir al concierto de su cantante favorita. Tina le devolvió el favor relatando con detalle aquel episodio: “Mi mánager fue bombardeado con llamadas de ejecutivos de la música que pedían entradas desesperadamente. El show fue muy bien y después David vino al backstage con Keith Richards. Los tres estábamos pasándolo tan bien hablando de música, y bebiendo Jack Daniel’s y champagne, que no queríamos que la noche acabase. Así que nos fuimos a la suite de Keith en el Plaza. Ron Wood (recupera la entrevista que le hicimos en su casa) se pasó por ahí, David empezó a tocar el piano y estuvimos improvisando toda la noche”. Ese momentazo fue su despegue. Si hubo algo más entre ellos, eso lo dejamos para otras publicaciones. Aunque si revisas la interpretación a dúo que hicieron de Tonight el 23 de marzo de 1985, en un concierto que la Turner dio en Birmingham, seguro que sacas tus propias conclusiones.

Tina Turner o cómo triunfar a los 45

tina turner posa mirando por un objetivo
Ian Cook
En 1985, durante una sesión de fotos en Londres, cuando recuperó la fama y el éxito en solitario como Tina Turner (sin Ike).

¿Qué más decir de la reina del rock –y del pop, del folk, del r&b, del soul, del country–, ganadora de ocho premios Grammy y con más de 200 millones de discos vendidos, que nos dejó huérfanos el mayo pasado a los 83 años? Pues que la venganza contra aquellos que no supieron querer a la mujer de las piernas de acero fue ser amada por millones de personas. Es cierto que triunfó tarde, en 1984, cumplidos los 45, con ese temazo hoy universal titulado What’s Love Got to Do with It, pero luego se resarció con mucho más: Private Dancer (1984), We Don’t Need Another Hero (1985) –tema que aportó a la película Mad Max: más allá de la cúpula del trueno, que protagonizó junto a Mel Gibson–, Typical Male (1986), The Best (1989), I Don’t Wanna Fight (1993), Goldeneye (1995), Whatever You Want (1996)... Yo me quedo con ese Help de 1984, en el que se confesaba triste y pedía ayuda, pero desde la serenidad del que sabe que su vida ya es otra. Y con su viudo, Erwin Bach, el productor musical alemán, 16 años más joven que ella, con el que vivió un amor verdadero durante más de tres décadas. Que en 2017 él le donara un riñón desarmó a la estrella. Ya le tocaba.

* Este artículo aparece publicado en el número de diciembre de 2023 de la revista Esquire, ya a la venta en quioscos.

antonio banderas portada esquire diciembre
GUILLE SOLA//Esquire