El 11 de marzo de 2004 murieron 193 personas en los atentados del 11-M, cifra que creció en drama debido a la confusión política (intencionada o no) sobre los culpables de los hechos. 20 años después, la herida continúa sin sanar, pero poco a poco se va cerrando. Lo hace con justicia, por supuesto, pero también con arte, con recuerdos, con homenajes. Y la reina de las artes para enaltecer emociones, para transformas heridas en muestras de amor, es la música.

O al menos eso ha debido pensar RTVE uniéndose a Leiva y Travis Birds para crear, junto con el cineasta Fernando León de Aranoa, el homenaje a las víctimas. La unión de Leiva con Sabina ya ocupó nuestra portada, y tampoco nos olvidamos de cuando Travis Birds entonó la nueva versión de 19 días y 500 noches. El cineasta de Los lunes al sol tampoco es ajeno al compositor jienense. Al fin y al cabo, le siguió y filmó durante años para elaborar el documental Sintiéndolo mucho. Por eso no se nos ocurre, ni a nosotros ni seguramente al propio Sabina, mejor trío para crear esta versión homenaje de Yo me bajo en Atocha.

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Del disco Enemigos íntimos (1998), nuestro compañero Álvaro Luengo la calificaba (en su artículo sobre las mejores canciones de Sabina fuera de las más típicas) como una especie de segunda parte de Pongamos que hablo de Madrid. Un homenaje a la ciudad "invisible e insustituible" que le acogió y que ese 11 de marzo de 2004, precisamente en esa Estación de Atocha que siempre recibe hospitalaria a los visitantes de la capital española, vivió su día más negro. Resulta que la historia de este tema tiene un origen también relacionado con el Madrid más institucional. El gobierno (por aquel entonces del PSOE) se lo encargó como parte de un spot de Telemadrid sobre la Comunidad. Sabina lo hizo en una tarde en su casa junto a Antonio García de Diego y Pancho Varona.

Pero lo cierto es que la unión de este tema con los atentados del 11-M no es algo que haya nacido ahora, de la versión a guitarra y voz de Travis Birds y Leiva. Pocos días después de los hechos, Joaquín Sabina colocó junto a las flores y velas que había en la estación esos días un cartel dibujado por él mismo que decía "Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid. Siempre".

Y es que a veces el poder de las buenas canciones crece, se modifica, cambia y se engrandece por la vida. El arte esta vivo, y hasta una canción de hace más de 30 años puede resurgir y servir para seguir sanando esas heridas incurables del todo, en su mismo momento, e incluso 20 años después gracias a una nueva generación de artistas.