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Como miembro de honor del triste club 'de los 27', es extremadamente complicado elucubrar cómo valoraríamos a Jimi Hendrix (27 de noviembre de 1942 - 18 de septiembre de 1970) hoy si siguiera vivo. Hoy se cumplen 53 años de su muerte y sus pasos le habrían llevado a convertirse en un clásico masivo perenne a la manera de BB King o Chuck Berry, o a ahondar en una especie de mística experimental en la línea de Sun Ra o George Clinton. Lo cierto es que el sonido que convirtió en seña de identidad durante sus apenas cuatro años de fulgurante éxito le convirtieron en el guitarrista más celebrado de la época, y hay piensa que lo sigue siendo hoy. Pero… ¿lo es?

El punto de difícil discusión acerca del artista de Seattle es cómo casi todo lo que hizo con una guitarra fue sinónimo de innovación. Aunque es universalmente conocido por su etapa al frente de The Jimi Hendrix Experience, el estadounidense comenzó a tocar en su adolescencia y muy pronto empezó a formar parte del equipo de músicos habituales de artistas como Little Richard. Para cuando pudo plantear su propia propuesta musical (y triunfar con ella), Hendrix ya llevaba muchas horas de vuelo tocando para otros.

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Eso, además, le permitió amasar un conocimiento profundo del soul, el rythm & blues y el blues, que le permitió explorar nuevas fronteras y sonidos. Porque, aunque con el paso de los años haya guitarristas que han igualado o superado al de Seattle en velocidad, técnica, ritmo o creatividad, la diferencia es que todos ellos construyeron a partir de los ejemplos de otros como el propio Hendrix, mientras que él tuvo que abrir su propio camino.

Hendrix aprendió a tocar la guitarra de manera autodidacta, lo que hacía que la manera de posicionar sus dedos no fuese necesariamente canónica lo que, a su vez, daba lugar a muchas variaciones de sonido. Sus grandes manos le permitían jugar cómodamente con las cuerdas, y tenía una capacidad casi natural de alternar su rol de guitarra solista y rítmica, lo que facilitaría unos desarrollos sonoros personales y nunca antes vistos. Recordemos, además, que el guitarrista era zurdo y tocaba una guitarra para diestros boca abajo con las cuerdas ajustadas, y que su guitarra predilecta, la mítica Fender Stratocaster, no era la favorita de los virtuosos.

Otra de sus grandes señas de identidad sería el aprovechar sonidos que tradicionalmente se consideraban indeseables: distorsión, acoples… En sus manos, la guitarra ampliaría enormemente el abanico de sonidos de los que era capaz, en una época en la que ni se soñaba variedad de pedales de efectos o amplificadores analógicos, y directamente no existía el concepto de sonido digital. Hendrix exprimió las posibilidades del incipiente pedal wah-wah y experimentó activamente con el flanger, el reverb y el fuzz para lograr nuevas tonalidades.

Todo ello, además, no se quedó tan solo en la sala de ensayo o el estudio de grabación, sino que ocurría activamente en directo sobre escenarios y ante miles de personas, donde Jimi Hendrix era el sumo sacerdote de ceremonias eléctricas en las que cantaba, marcaba con sus movimientos el tono de la actuación y, en general, era el centro de atención en todos y cada uno de los momentos, no solo durante los solos.

jimi hendrix en la cama
Roz Kelly//Getty Images

Durante su época, por supuesto, ya existían otros guitarristas excepcionales como Eric Clapton, pero ninguno de ellos alcanzó los niveles de innovación y audacia en lo formal que sí dominó Jimi Hendrix, un torrente de potencia e improvisación del que, sencillamente, muchos otros no eran capaces. Y lo hacía, además, con una fluidez y naturalidad poco habituales. Busquen cualquier guitarrista rock exhibiéndose y detectarán un inequívoco afán por mostrar mediante lenguaje corporal que lo que está haciendo es extremadamente difícil.

Con su prematura muerte a los 27 años, Jimi Hendrix tuvo una carrera tan breve como impresionante. Solo podemos imaginar hasta dónde podría haber llegado en su afán por ampliar los límites de la guitarra con la combinación entre madurez creativa y avances tecnológicos. Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que su música ha servido para que muchos siguiesen su ejemplo y se dedicase a ir más allá con las seis cuerdas y eso, quizás, sí debería convertirle en el mejor guitarrista de todos los tiempos.