¿Gala de Nochebuena o gala Nochevieja? No hay hogar español en el que no surja el telúrico debate de qué momento televisivo representa más y mejor la esencia navideña desde lo musical aunque, viendo las audiencias, al final acaban triunfando las dos. En Esquire, buscamos reconciliar familias y solucionar conflictos en estos tiempos de paz recorriendo el origen y desarrollo de esta rivalidad eterna.

De una manera u otra, la música siempre acaba estando presente alrededor de la mesa en las celebraciones musicales, ya sea con especiales de los diversos talent shows, los mezcladitos de nostalgia y fondo de armario tipo Cachitos o Viaje al centro de la tele y, sobre todo, con esas galas a tope de brilli y espumillón que todos los años decimos aborrecer y, al final, acaban siendo vistas, comentadas y hasta bailadas junto a familia y/o allegados.

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Durante muchos años, TVE fue la única opción para pasar la noche del 24 de diciembre frente al televisor y, por ello, cuenta con un bagaje que la convierte casi en elección por defecto. A lo largo de las décadas, programas especiales de Gente Joven u otros realizados expresamente como el protagonizado por Raphael en 1969, Christmas 76, con Massiel y Lina Morgan o Nochebuena para todos (1978), con una joven Teresa Rabal al frente, llenaban de música y estrellas

Pero la llegada de la década de los noventa del siglo pasado hizo que las nochebuenas españolas pronto se convirtiesen casi automáticamente en sinónimo de Telepasión, gala-espectáculo musical de TVE con diversos números musicales a cargo de rostros conocidos de la cadena pública, que durante este siglo siempre se ha visto completado por un especial musical conducido por el incombustible Raphael, acompañado de amigos artistas. Para este 2019, el relevo lo ha tomado David Bisbal, con invitados como Jaime Cullum o el propio Raphael.

Desde que arrancase en 1990, y tras emitirse durante sus dos primeras ediciones en Nochevieja, Telepasión ha pasado a convertirse, de manera casi ininterrumpida, en un sinónimo de Nochebuena. Nombres como Constantino Romero, Ana Obregón, Julia Otero, María Teresa Campos, Ramón García o Anne Igartiburu han realizado números musicales que han oscilado entre lo memorable y lo chanante, pero siempre logrando el objetivo de sorprender y entretener.

Disney, la canción española, el género musical o los sonidos latinos han sido algunos de las temáticas que han desfilado por Telepasión, y que han permitido ver a Ana Obregón versionar a las Spice Girls, a Constantino Romero emular a Lee Marvin en La leyenda de la ciudad sin nombre o a Carlos Lozano cantando Mambo number 5, en decenas de momentazos.

La cadena pública también ha dado cancha de manera considerable a grandes nombres de la música popular española en el más amplio sentido de la palabra. David Bustamante, Pablo Alborán, Dani Martín, Malú, Sergio Dalma, Alejandro Sanz o Los Lunnis han sido protagonistas de especiales a su mayor gloria en los que no faltaba la participación de amigos artistas, aunque la figura por excelencia de esa velada durante años no ha sido otro que Raphael.

El divo de Linares ha sido protagonista en más de diez ocasiones de este tipo de galas especiales, en las cuales ha derrochado oficio y pundonor junto a amigos de lo más dispar, desde Alaska a Bunbury repasando canciones entre las que, claro, nunca faltaban sus hits perennes.

La Nochevieja es la otra gran cita navideña por excelencia de la televisión con el espectáculo y la música. De nuevo, La 1 de TVE se lleva el gato al agua y reina de manera apabullante desde hace décadas. La cadena de todos los españoles lleva desde mediados de los años sesenta perfeccionando una fórmula que, incluso hoy, sigue funcionando.

Los Bravos, Los Brincos, Karina, Gelu, Los Payos, Micky y los Tonys, Andrés Pajares, Lina Morgan o Cassen convivieron durante esos primeros años en una especie de entente cordial obligado entre la celtiberia más cañí y los aires de modernidad yeyé.

Los setenta darían lugar a un rosario de especiales bajo la batuta de Valerio Lazarov que, con su personalísimo sello visual, imprimiría aires renovados a unos programas en los que compartían protagonismo Tom Jones, Lola Flores, Julio Iglesias, Pepe da Rosa, Paloma San Basilio o Peret, con presentadores que podían ir de Ágata Lys a Torrebruno. El cambio de códigos, humor, música y personalidades hace muy posible que nadie menor de cuarenta años en la actualidad sea capaz de asimilar más de cinco minutos de cualquiera de estos programas.

Las nocheviejas de los noventa supondrían el inicio de una época dorada que, bien visto, se prolonga, al menos en concepto, hasta nuestros días: la emisión de un especial protagonizado antes de las campanadas y la posterior emisión de una gala musical con playbacks después de la misma. Una idea aparentemente sencilla que, a día de hoy, ninguna otra cadena ha sido capaz de superar.

Tras abrir fuego Javier Gurruchaga, Martes y 13, Cruz y Raya, Los Morancos, Josema Yuste o José Mota han sido los encargados de caldear el ambiente de la última cena del año a golpe de chufla y sketches con diversos niveles de zafiedad para, tras comerse las uvas, ver cómo Concha Velasco, Ana Obregón, Norma Duval, Andoni Ferreño, Mabel Lozano, Ramón García, Imanol Arias o Eva González condujesen un espectáculo de variedades cuya sublimación llegó con la dirección de Jose Luis Moreno desde finales de los noventa.

El arranque de esa especie de doble programa es el que trajo más momentos imborrables a varias generaciones de televidentes, desde la empanadilla de Móstoles al archiconocido descuido de Sabrina. Se puede decir, sin miedo a equivocarse, que los años han propiciado que el humor le coma terreno a la música.

La llegada de Internet y el cambio radical del consumo y acceso a la música han hecho que este tipo de programas dejen de ser un el poderoso escaparate para artistas nuevos y establecidos, en gran parte porque, en la era de los talent shows y de aplicaciones como Tik Tok, las actuaciones con predominio de playback carecen de sentido, y porque el criterio de selección del elenco de artistas responde a un modelo conservador mainstream de radiofórmula muy limitado y repetitivo.

Pese a ello, un año y otro también, las audiencias respaldan que, al menos en esas dos señaladísimas noches del año, la televisión, en su aproximación a un nuevo año, se permita haber parado el reloj desde hace unas décadas. Quizás es que, en el fondo, necesitamos aferrarnos a lo de siempre para poder enfrentarnos a lo desconocido.