La gente que es tan famosa como Harry Styles casi nunca está sola. Siempre están rodeados de gente, miembros del equipo de seguridad, estilistas, publicistas, gerentes o simplemente gente que le acompaña formando una especie de séquito. Un pequeño ejército que siempre les siguen a donde quiera que vayan. Sin embargo, y como dicta la ironía, la fama, especialmente al nivel al que Styles ha llegado desde que One Direction se convirtió en lo único que les importaba a las chicas jóvenes allá por 2010, es algo que curiosamente acaba siendo algo que te aísla. Aunque este joven de 25 años a menudo parece estar muy cómodo con su entorno (su sonrisa con hoyuelos nunca falta, ni siquiera cuando está rodeado literalmente por miles de fans), cuando escuchas Fine Line, su nuevo y magnífico segundo álbum, adviertes un conmovedor temor a la soledad.

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"No quiero estar solo", admite el cantante en "Golden", la brillante canción que abre el disco. Su mensaje contrarresta los cálidos tonos de guitarra slide, los ecos de glockenspiel y las voces de acompañamiento. Sigue cantando, cómodo y en tono centrado: "No quiero que los sepas. No quiero estar solo / pero puedo sentir que algo se va apoderando". En "To Be So Lonely", con un ritmo de bajo de violonchelo que, está borracho y desesperado por llenar el vacío. "No culpes al que hace una llamada borracho", le ruega a una ex amante. "No estaba preparado para todo eso". Más tarde, en el mismo tema, explica. "Es difícil para mí volver a casa / y estar tan solo".

Todo esto supone una sorprendente confesión de vulnerabilidad por parte de un emergente dios moderno de la música del siglo XXI. En una época de cuidados feeds de Instagram y de imágenes de famosos que son administradas de forma meticulosa, ha dedicado este LP a "todo lo que he hecho. Lo bueno y lo malo". Y por si no quedara claro, remata diciendo: "Así es la vida". Puede ser que Styles esté hablando sobre la mezcla de experiencias que definen la realidad, pero lo mismo podría decirse de Fine Line. Este nuevo disco es una sincera autobiografía escrita en forma de rock and roll en technicolor, un álbum sobre los cambios de la vida que en 12 canciones da testimonio sobre la existencia de un joven en pleno proceso de autoconocimiento.

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Styles ya nos sorprendió en 2017 con su debut homónimo en solitario en 2017. Aquel álbum podría haber seguido el camino marcado por otros boybanders como Justin Timberlake, Nick Jonas, o su compañero de grupo Zayn Malik. Es decir, abrazar el R&B y el hip-hop para poco después presumir sobre su éxito a la hora de mantener relaciones sexuales. Muchas relaciones sexuales. En cambio, Styles prefirió vestir sus introspectivas reflexiones con adornos del soft-rock de los 70. Los resultados fueron fascinantes, ya que de alguna manera coqueteó con los sonidos de los Beatles en la era "Blackbird", o con los del mismísimo David Bowie.

Sin embargo, Fine Line es un trabajo menos preocupado en honrar a los ídolos de Styles, y más interesado en experimentar con los rincones más remotos de su curiosidad. Salvo por la aparición de Greg Kurstin (Beck, Adele), que presta su colaboración en echa una mano al trascendente "Sunflower, Vol. 6", muchos de los colaboradores son habituales de Harry Styles: el superproductor Jeff Bhasker, uno de los principales arquitectos del sonido actual gracias a sus trabajos con Bruno Mars, Kanye West, Katy Perry y otros muchos; el compositor-productor (y acólito de Bhasker) Tyler Johnson (Taylor Swift, Cam); o Kid Harpoon (Florence + the Machine, Maggie Rogers). Todos juntos consiguen crear un nuevo y emocionante terreno sonoro en el que las pegajosas melodías estilo Fleetwood Mac se envuelven en capas de sintetizador, donde los ecos a Crosby, Stills y Nash se intercalan entre viajes psicodélicos a tierras de fantasía, o donde los solos de sitar eléctrico resuenan con recuerdos del pasado y sonidos del futuro.

En pocas palabras, es divertido a rabiar.

El disco también está repleto de tentadores huevos de Pascua líricos, para disfrute de aquellos (¡muchos!) fans que los anhelan. "Solo extraño tu acento y tus amigos", se lamenta en "Cherry", la canción más destacada del álbum, mientras escuchamos un delicioso sonido híbrido de folk y electrónica. Si había alguna duda de que estaba de luto por el final de su relación con la modelo parisina Camille Rowe, con quien Styles salió durante aproximadamente un año, la coda de la canción, una grabación de su arrullo en francés, la resuelve rápidamente. Continua con "Falling", una canción de cuna conmovedora sobre autorrealización que rezuma remordimiento. "Y no hay nadie a quien culpar, excepto la bebida y mis manos errantes", confiesa pronto sobre su ruptura. "¿Qué soy ahora? / ¿Qué pasa si soy alguien que no quiero a mi alrededor?", canta repetidamente durante todo el estribillo. "¿Qué pasa si soy alguien de quien no hablarás?", agrega, con su voz llegando a un desesperado límite cuando la canción alcanza su punto máximo.

Es una inseguridad casi imposible de ser considerada, ya que todos siempre queremos más.

Vía: Esquire US