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Si te hablamos del londinense Saul Hudson, probablemente lo único que logremos por tu parte sea que te encojas de hombros. Todo cambiará si invocamos el sacrosanto apelativo de Slash, cuya sempiterna presencia sobre el escenario con una guitarra Gibson Les Paul en ristre y tocado con un sombrero de copa, unas gafas de sol tipo aviador y un cigarrillo medio colgando de los labios constituye una de las más icónicas imágenes de la historia del rock de las últimas décadas.

Es muy posible que el responsable de algunos de los pasajes eléctricos más memorables para varias generaciones de melómanos no estuviera en las quinielas de muchos para batir récords de longevidad. Y es que, el guitarrista de Guns ‘n’ Roses, Velvet Revolver y, más recientemente, su proyecto en solitario junto a Myles Kennedy and the Conspirators, se ha preocupado con extremado celo durante años por cultivar profusamente la tópica trilogía rockera de sexo, drogas y rock and roll.

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Hace unos tres lustros que Slash no bebe ni se droga, diez años que no fuma y casi dos décadas que se le detectó una cardiopatía derivada de sus excesos que le obliga a ir por la vida con un marcapasos. El guitarrista, que ha visto morir a su compañero Scott Weiland de Velvet Revolver o amigos como Chris Cornell de Soundgarden o Lemmy de Motorhead conserva actualmente tan solo dos vicios relativamente inofensivos como son embarcarse en giras interminables y hacer un poco el tunante en redes sociales.

A Slash el medio siglo de vida le ha pillado sobre los escenarios. Durante esta segunda parte de la década de los 2010 ha estado por todo el mundo ofreciendo conciertos con su propia banda o participando en la esperadísima reunión de Guns ‘n’ Roses, que ha generado más de 500 millones de dólares y consta como la cuarta mayor gira de la historia de la música.

Durante estos años, las mayores salidas de tono que ha protagonizado esta leyenda viviente de las seis cuerdas es algún pasaje socarrón o sus troleos a Justin Bieber, a quien ha intentado invitar a un club de striptease o ha recomendado que deje que Madonna se siente sobre su cara como experiencia vital de madurez.

Y, sin embargo, las cosas, durante gran parte de la vida del artista, fueron bien diferentes. Slash creció en Los Ángeles, en el seno de una familia de profesiones del arte por cuyo hogar desfilaron estrellas como Iggy Pop, Joni Mitchell o David Bowie. Un entorno que pronto decantó al joven Saul Hudson, inicialmente un prometedor piloto de BMX, hacia el rock y, por supuesto, hacia los excesos asociados con este tipo de música.

slash de guns n' roses, tirado en el suelo
Marc S Canter

Con 20 años pasa a formar parte de Guns ‘n’ Roses. Son mediados de los ochenta, y la banda de Axl Rose, Slash y compañía se gana rápidamente una reputación de combo tan talentoso como conflictivo generando un rosario de incidentes en sus actuaciones en locales de Los Ángeles. Alcohol, cocaína y heroína acompañan a la banda desde sus primeros pasos y hacen que el guitarrista pase alguna que otra noche en comisaría.

Los propios componentes de la banda confirmarían tiempo después que, exceptuando a Axl, todos ellos se encontraban en distintos niveles de alteración etílica y estupefaciente la noche en la que un directivo de Geffen se disponía a verles en directo con intención de ficharles para su discográfica. El contrato salió adelante y la espiral de vicio también: Slash, según su propio recuento de aquella época, se gastó la práctica totalidad del adelanto de su primer disco en drogas.

“Appetite for destruction” se convertiría en el disco de debut más vendido en la historia de los Estados Unidos. Guns ‘n’ Roses se convirtieron en un fenómeno global que dio rienda suelta al carácter conflictivo y neurótico de Axl y avivó con montañas de billetes verdes las bajas pasiones de la banda.

Las giras de la banda por todo el mundo generaron un rosario de titulares y situaciones rocambolescas pero, curiosamente, era lo único que parecía mantener al grupo dentro de un cierto orden.

A finales de los ochenta, Guns ‘n’ Roses se tomó un descanso de los escenarios y Slash vio cómo se disparaban los problemas con sus adicciones. En uno de sus episodios más conocidos, el guitarrista, en pleno delirio, tuvo una crisis en un resort de Arizona y acabó corriendo por un campo de golf en pelota picada, creyendo ser perseguido por un grupo de Predators armados hasta los dientes.

En su huida, atravesó el cristal de una puerta con el puño e incluso utilizó a una empleada como escudo humano. Cuando la policía consiguió detenerle, todavía seguía colocado y en busca y captura por parte de los mortíferos cazadores alienígenas.

Durante esa época, Slash tampoco demostró andar muy fino (o quizás, todo lo contrario), a la hora de recoger premios. En los American Music Awards de 1990, en los cuales los Guns recogieron diversos galardones, sus intervenciones estuvieron sembradas de todo tipo de juramentos y palabrotas, causando un aluvión de quejas por parte de los televidentes.

La mitad de la década de los noventa marcaría el final de Guns ‘n’ Roses. En 1993 Slash tocaba por última vez con la banda, tocada de muerte con el fracaso del disco de versiones “The spaghetti incident?” poco después, así como por el afán de Axl de capitalizar el poder alrededor del grupo.

Slash se retiró durante un tiempo a una mansión de Los Ángeles que llenó de todo tipo de serpientes y reptiles, sus animales predilectos, y también un puma, al que bautizó como Curtis. Cuando la zona se vio afectada por un terremoto y el guitarrista tuvo que refugiarse en un hotel de lujo no dudó, por supuesto, en colar a Curtis en su habitación.

Tras abandonar la banda que le dio el éxito internacional, Slash emprendió todo tipo de proyectos musicales, en grupos como Velvet Revolver o Slash's Snake Pit, que le han mantenido en activo todos estos años y le han permitido reencontrarse con amigos y compañeros de profesión.

Durante estos años también ha llamado la atención su aparente facilidad para participar en proyectos musicales de artistas de lo más dispar. Así, si tocar la guitarra junto a Michael Jackson le trajo no pocos problemas con Axl Rose, que había sido objeto de abusos de pequeño y no veía con buenos ojos a un Jacko ya por entonces sospechoso de desmanes, hay algunos otros featuring aún más desopilantes.

Porque, sí, Slash ha colaborado de buen gusto con Bob Dylan o Neil Young, además de con el considerado como Rey del Pop, pero también ha hecho lo propio con Paulina Rubio, Fergie de Black Eyed Peas y, atentos, Marta Sánchez. En una entrevista, el guitarrista, que sufrió las iras del público rockero español debido a esta colaboración.

El ex Guns ‘n’ Roses, que recuerda a Marta Sánchez como “una tía guay que me sacó por ahí a sitios de flamenco” confesaría que todo habría sido un plan de su amigo Nile Rodgers de Chic para ligarse a la rubia cantante.

Superado el medio siglo de vida, con dos hijos adolescentes y limpio de alcohol, drogas y tabaco, el Slash que cumple años hoy ve muy lejanas las tropelías y excesos que documentaba en su (imprescindible) autobiografía. La fiera de sombrero de copa y afilados riffs tan solo se manifiesta hoy sobre los escenarios y, de manera juguetona, en sus cuentas de Twitter e Instagram, desde donde despacha su buen humor y sus ganas de seguir rockeando mientras el cuerpo aguante.

Una gran pérdida para las crónicas golfas que nos permite seguir disfrutando de uno de los mejores guitarristas que ha visto el mundo.