Hace cuatro décadas, todavía se vendían discos a porrillo, las radiofórmulas reinaban chorreando hits pegadizos a diestro y siniestro y la industria musical nadaba en la abundancia. Esa última edad dorada de la música como negocio dio lugar a todo tipo de productos pop que hoy resultarían entre incomprensibles e inaceptables. Uno de ellos sería la cantante británica Samantha Fox.

    La chica de la página 3

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    Nacida en 1966 en el noreste de Londres, esta rubia de reducida estatura y voluptuosas formas tuvo un fulgurante éxito musical a mediados de los ochenta con un puñado de singles de pop bailable tan prefabricados como efectivos con títulos como Touch me (I want your body) o Nothing’s gonna stop us now.

    Aquella España asilvestrada y algo pacata se rindió ante aquella mezcla de hits pegadizos y físico rotundo y al delirante duelo de gatas que se construyó alrededor de Samantha Fox y la italiana Sabrina Salerno. Hoy, desde un siglo y un panorama distintos, nos disponemos a seguir la pista de la británica a lo largo de las últimas décadas.

    El tabloide británico The Sun incluyó con total normalidad durante décadas la foto de una modelo en topless en la tercera página de su edición diaria. Esta costumbre fue adoptada por otros periódicos del mismo tipo y se convirtieron en un vivero y trampolín para jóvenes y atractivas del Reino Unido. Es el caso de Samantha Fox, que apareció por primera vez en esta sección con tan solo 16 años y fue durante cuatro años una presencia popular en la misma.

    La británica arrancó su carrera musical con tan solo 20 años, en 1986, cuando ya era la celebrity más fotografiada en su país junto a Margaret Thatcher y Diana de Gales. Su primer disco de estudio, Touch me, es un compendio desprejuiciado de letras descaradas, estribillos impagables, sintetizadores desatados y riffs de guitarra patilleros que logró un éxito considerable tanto en Reino Unido como en los Estados Unidos.

    En la época de esplendor de la MTV, los videoclips eran una parte fundamental del lanzamiento de cualquier artista. Samantha Fox grabó en Marbella el videoclip del sencillo Nothing’s gonna stop us now, contenido en su segundo disco, y se quedó tan prendada de la localidad andaluza que compró una casa. En Marbella, además, conocería al torero Rafi Camino, con quien mantuvo un breve pero intenso romance en 1990 que serviría para disparar su popularidad en España.

    Tras su debut discográfico, Samantha lanzó dos discos más en los últimos años de los años ochenta, Samantha Fox y I wanna have some fun. De nuevo, ejercicios de chicle-pop y sonidos bailables, auspiciados por su disquera, Jive, de la que han salido desde A flock of Seagulls hasta Backstreet Boys, Britney Spears o Alicia Keys, aunque esta vez con un éxito mucho más limitado.

    Decadencia noventera

    El inicio de los noventa vino marcado por la sospechas de la artista, posteriormente confirmadas, de que su padre y manager se había quedado con hasta un millón de libras de la época. Su quinto disco, Just one night, no hacía más que confirmar el declive en ventas y popularidad de la cantante.

    Samantha Fox no volvería a publicar nuevas canciones hasta finales de la década. A lo largo de la misma, se mantuvo en el candelero mediante conciertos y actuaciones musicales. En 1994, el periodista musical Fernando Martín realizaba la crónica de un concierto de la cantante en la localidad madrileña de Leganés. El propio texto y el ambiente que describe dejan bastante claros los parámetros en los que se encasillaba a la británica.

    También intentó, sin éxito, resultar elegida como representante del Reino Unido en el festival de Eurovisión de 1995, protagonizó una película de Bollywood y fue una presencia más o menos habitual en los tabloides por su vida sentimental, en la que se le ha relacionado con otros artistas como Paul Stanley, de Kiss, o la guitarrista de Girlschool Chris Bonacci.

    El siglo de las luces

    La cantante volvió a lanzar un disco en 1998, 21st Century Fox, en el que se entregaba de manera abierta y un tanto desganada al eurodance y que, de nuevo, tuvo poca o ninguna repercusión. Desde entonces, la cantante ha sido más noticia por sus entrevistas que por su música. En 2003 salió del armario y anunció que era pareja de su manager, con quien se casó y fue pareja hasta su fallecimiento por enfermedad en 2018.

    Un par de años después volvería a publicar nuevas canciones en el que es su último disco hasta la fecha, Angel with an attitude, en el que abordaría algunos de los pasajes más terribles de su vida en canciones con un aire de electrónica melancólica.

    Otro de los highlights durante esos años fue que ella y su eterna enemiga Sabrina Salerno enterrase el hacha de guerra cantando a medias una versión de Call me de Blondie, que dio lugar a un buen número de actuaciones en directo juntas.

    En 2017, Samantha Fox publicaba Forever, un libro autobiográfico tremendamente revelador en el que contaba desde episodios de acoso sexual de todo tipo durante su adolescencia, el más notorio a cargo del que era su ídolo, el cantante David Cassidy, a los malos tratos, engaños y adicciones de su padre o la desolación por la muerte del amor de su vida. Muy probablemente, quedan aún un buen puñado de páginas que escribir en la historia de esta incombustible rubia.