Los 10 pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha para una escapada

Un imprescindible en Cuenca, más allá de su maravillosa capital. A pesar de contar solo con 15o habitantes, su conjunto histórico artístico es de agotar el carrete disparando fotos. El castillo medieval del Marqués de Villena, magníficamente conservado, pertenece hoy a Paradores así que estás de suerte: puedes dormir y comer en él. Aquí se dice que el Infante Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X El Sabio, escribió El Conde Lucanor nada más y nada menos. Las cuatro torres de la fortaleza son majestuosas como lo son las cuatro iglesias y alguna que otra casona, como el palacete que hoy es el Ayuntamiento.

¿A que no sabías que, en 1986, le fue concedido a este pueblo el tercer premio, después de la Torre Eiffel y la Gran Mezquita de Estambul, a la mejor iluminación artística? ¡Toma ya! Así de único es Alcalá del Júcar, en la comarca de La Manchuela. El paisaje de la hoz del río, sus casas de arquitectura popular, excavadas en la montaña, sus calles estrechas y empinadas, trepando hacia el Castillo, y el puente romano que has de atravesar para llegar a ellas componen una idílica postal.

La historia de este pueblo, cuyo nombre árabe alude al barro rojo con el que se construyeron algunos de sus edificios, está ligada al teatro. El Corral de Comedias es el único patio teatral que se ha mantenido intacto y activo, ofreciendo interesantes recorridos teatralizados, desde principios del siglo XVII. Vale la pena visitar el Museo Nacional del Teatro y asistir al Festival Internacional de Teatro Clásico, que atrae a cientos de turistas cada año. La Plaza Mayor también es excepcional, una de las más bonitas de España con sus columnas y ventanas pintadas de verde.

Las rutas del Cid, la del Románico Rural y la del Quijote atraviesan este pueblo de la sierra norte de Guadalajara convirtiéndolo en parada imperdible. Su castillo es, desde tiempos celtíberos, su parada más destacada y es mencionado hasta en el mismísimo Cantar de mio Cid. El ábside del Monasterio de San Francisco, de estilo gótico, resistió al saqueo francés y merece la pena también visitar las iglesias de San Bartolomé, levantada en el siglo XIII, Santa María del Val, San Juan del Mercado, la iglesia de la Santísima Trinidad y el museo homónimo o Santa María del Rey. Su Plaza del Trigo es, asimismo, otro bellísimo ejemplo de ágora castellana.

Lo llaman "la Suiza manchega" y, viendo la imagen, seguro que no te extraña. Rodeado de montañas, la vista desde el Mirador del Diablo nos recuerda, desde luego, a unos Alpes patrios. Sobre el río Mundo y rodeado de la vegetación de la sierra del Segura, su castillo de la Yedra, la iglesia de Santa María de lo Alto, la ermita de los Remedios y la plaza mayor son sus principales atracciones patrimoniales pero no regreses sin aprovechar la naturaleza con multitud de rutas y visitas que pasan por su cascada del arroyo de la Tova, las cuevas del niño o multitud de parajes que aparecieron en la película Amanece que no es poco. ¿Te suena?

Blanca y azul no es la bandera de Huelva, como canta la famosa sevillana, es la imagen que se queda en la retina al visitar el quijotesco pueblo de Campo de Criptana. Su conjunto de molinos fantásticamente conservados (tres de ellos guardan hasta sus mecanismos originales) tiene nombre propio. No solo por su importancia a nivel patrimonial, es que cada uno tiene nombre de verdad. Apunta: Burleta, Infanto y Sardinero, del XVI, que son los que se conservan íntegros. Culebro (aloja el Museo de Sara Montiel, criptanense ilustre), Poyatos, Inca Garcilaso, Cariari, Pilón, Quimera y Lagarto. Para llegar a ellos, atravesarás un conjunto de estrechas calles y blancas casitas manchegas con zócalos azules que reventará tu Instagram.

Infantes es uno de los pueblos más importantes de la provincia de Ciudad Real. Capital del Campo de Montiel, Miguel de Cervantes, Lope de Vega o Quevedo, quien murió aquí, en el Convento de Santo Domingo, caminaban por sus calles, enclave cultural de la época, y coincidían en la Casa de los Estudios. Desde 2004 es "el lugar de la Mancha” en el que habitaba Alonso Quijano, una conclusión a la que llegó un estudio de la Universidad Complutense de Madrid que aquí se lleva a mucha honra; por eso, las esculturas de personajes cervantinos pueblan su Plaza Mayor neoclásica. Es espléndida la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol e imprescindible porque guarda los restos de Quevedo. La Alhóndiga, la casa del arco, con su impresionante pórtico, y otras tantos edificios solariegos son un 'must'.

La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, la de San Bernardo, el convento de la Misericordia o de Los Franciscanos, el Palacio de los Condes de Oropesa, la casa natal del Beato de Orozco, el Palacio de Doña Elvira, los ayuntamientos… La importancia política y civil de la villa de Oropesa, ya desde tiempos de los musulmanes, queda patente desde que se ve a lo lejos la silueta de su imponente castillo, del siglo XII, hoy Parador de Turismo. Visítala en abril, durante sus jornadas medievales, y entenderás aún mejor su larguísima historia. ¡Ah¡ Y aprovecha para alojarte en uno de los más románticos y mejores hoteles rurales de lujo de España: Valdepalacios.

Visitar Sigüenza es visitar la historia en un puro eje cronológico. Tras los vestigios de celtíberos, romanos, visigodos y árabes se impone una villa medieval que va a dejarte atónito. El castillo (otro recomendable Parador) se alza sobre un empinado casco viejo con la Casa del Doncel, la iglesia de San Vicente o de Santiago como visitas obligadas. Los restos de murallas y la impresionante catedral cisterciense, con su imponente interior de bóvedas y mausoleos, completan el fin de semana. Dos estrellas Michelin, por si fuera poco, certifican el nivel de su gastronomía. El Doncel, en la misma ciudad, y El Molino de Alcuneza, un delicioso Relais & Châteaux a un agradable paseo en bici (o caminando) desde ella.

Este pequeño y pintoresco pueblo es el mejor representante de la famosa ruta de Los Pueblos Negros. Rodeado por un entorno natural excepcional, con la espectacular casacada de la Chorrera (más de 120 metros de caída) como reina, un paseo por sus calles te llevará a toparte con su plaza mayor, muy peculiar con su zona dedicada a los juegos tradicionales, y su iglesia, todo a base de pizarra y madera.