El amor es una enfermedad, y quizá no sea sólo una forma de hablar. Las flechas de Cupido nos alcanzan cuando menos lo esperamos, y la razón es que no somos los primeros en saberlo: antes que nosotros, de hecho, viene nuestro cerebro.

Las reacciones que tiene nuestro cuerpo cuando vemos, oímos o besamos a una determinada persona, de hecho, son posteriores a las del cerebro. Que se manifiestan no sólo con emociones, sino también con la liberación de sustancias químicas. Adrenalina, serotonina, dopamina, oxitocina, testosterona y vasopresina son las hormonas que entran en juego cuando nos enamoramos, y según estudios revelados por la Fundación INECO -aquí viene el giro- también cuando padecemos ciertos trastornos mentales.

Tomemos por ejemplo el famoso síndrome obsesivo-compulsivo. Se produce cuando los niveles de serotonina -estimulantes de los receptores del placer en el cerebro- descienden, y cuando estamos enamorados, es mucho más probable que esto ocurra. Usted conoce los síntomas, porque los ha experimentado (ojalá que no) o los ha visto en algún conocido demasiado absorbido por una relación: idealización de la relación, dificultad para ver los aspectos negativos de la pareja y concentración total en la otra persona, con cierre al mundo exterior.

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Courtesy Eagle Pictures

Sin embargo, en la primera fase del enamoramiento entran en juego la adrenalina y la noradrenalina, hormonas responsables de acelerar el corazón. Esto, a su vez, está estrechamente relacionado con la liberación cerebral de dopamina, que afecta a la percepción y a los sentidos, generando un aumento de la excitación y la motivación. Esto ocurre con la atracción química y física, por lo que a menudo en las primeras fases del enamoramiento se tiene una locuacidad y una cara seria que no te corresponden en la vida cotidiana, y que tal vez te hagan sentir avergonzado cuando lo recuerdas.

Por último, la oxitocina y la vasopresina crean una situación de seguridad, estabilidad y confort, pero también ansiedad y nerviosismo a niveles muy altos. Esta es una de las razones de la inestabilidad emocional que nos afecta cuando nos enamoramos.

Vía: Esquire IT