Antonio de la Torre (Málaga, 1968) es el actor con más nominaciones de la historia a los premios Goya: catorce. Se lo ha llevado en dos ocasiones –Azuloscurocasinegro (2006) y El reino (2019)–, pero por el camino nos ha dejado grandes actuaciones que no olvidamos, desde La trinchera infinita (2020) a Tarde para la ira (2017), La isla mínima (2014), Caníbal (2013) o Balada triste de trompeta (2010). Por eso es de nuestros favoritos, aunque no solo es por eso. Su sentido del humor, su carácter disfrutón, la sonrisa siempre puesta, el cariño con el que trata a la prensa, la humildad con la que cuenta su vida... Hoy hablamos con el actor de su próximo estreno, con el que vuelve a las trincheras de la guerra. Se titula Tratamos demasiado bien a las mujeres (estreno 15 de marzo) y es, aunque no lo parezca, una comedia negra ambientada en la postguerra en la que trabaja junto a Carmen Machi y Julián Villagrán. Charlamos con el actor de ello y de otras cuestiones más livianas.

"'Tratamos demasiado bien a las mujeres' es una peli muy arriesgada, inclasificable, un cruce de José Luis Cuerda y Álex de la Iglesia"
antonio de la torre en tratamos demasiado bien a las mujeres
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Antonio, en un descanso del rodaje, junto a la directora.

Tratamos demasiado bien a las mujeres es una comedia negra sobre la posguerra española con bastante cruce de géneros. Cuando te proponen el proyecto, ¿qué te parece? ¿Por qué dices sí?
El proyecto me gustó, para empezar, porque lo dirige Clara Bilbao. Además, este título no lo podía dirigir más que una mujer. La conocí en un festival de cortos en el que participé como jurado. Ella competía con Prohibido arrojar cadáveres a la basura y me pareció que tenía un universo fascinante y muy surrealista. Y me gustó tanto, que le dije: “Si algún día haces otra cosa del estilo, por favor, llámame”. Y me llamó. No es una película más. Es película muy arriesgada.

¿Por qué lo dices? ¿Te ha sorprendido el resultado?
Lo que me ha sorprendido es que todos están muy bien, menos yo (risas)... Es broma, a ver, yo soy muy crítico y exigente conmigo mismo. Los directores con los que he trabajado lo saben bien. A veces soy un pesado porque no paro de preguntar y proponer, pero siempre desde la humildad, ¿eh? No soy de los que dan problemas. La peli, cuando la he visto como espectador, me ha gustado mucho. Me parece un cruce entre José Luis Cuerda y Álex de la Iglesia. Es una peli diferente, inclasificable, que mezcla géneros. Es una historia que no deja indiferente.

¿Quién eres tú en toda esta historia?
Uno de los maquis que intentaron reconquistar España desde el Valle de Arán. Ocurrió de verdad, aunque confieso que es uno de tantos capítulos de la Guerra Civil española que yo no conocía. Fue un intento fallido, como todos sabemos. Y esta gente, entre la nieve y otras circunstancias que no voy a rebelar, se queda atrapada en un pueblo. Mi personaje es un superviviente huraño, cerrado, que hace lo que puede, como hacemos los hombres normalmente (risas)...

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¿Y qué relación hay entre el título, Tratamos demasiado bien a las mujeres, y la trama?
Pues tiene mucho que ver, porque ninguno de los personajes masculinos es capaz de ver el peligro donde en verdad está: en el personaje de Carmen Machi, o sea, en una mujer. La peli está inspirada en una novela de Raymond Queneau que se desarrolla en la Irlanda de 1916 y Clara Bilbao lo ha trasladado a la España de postguerra.

"Carmen Machi tiene el arrojo de los veinteañeros, es una actriz muy joven"
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Carlos Alvarez//Getty Images
Antonio en el Festival de Málaga con Carmen Machi y Clara Bilbao.

Carmen Machi está espléndida, para variar. ¿Qué destacas de su calidad interpretativa? ¿Cómo es ella como compañera?
Tiene eso que yo admiro en los actores y es que puede y quiere con todo. Es valiente, arriesgada, le echas cualquier género y se hace con él. Tiene el arrojo de los veinteañeros, en ese sentido es una actriz muy joven. Y como compañera es maravillosa. Es de los que llega al rodaje todos los días con sentido del humor, alegría, buen rollo. Ojalá repitamos pronto. La adoro.

Imagino que en el pasado Festival de Málaga os habéis dado un buen baño de masas, ¿no?
Mira que soy más o menos conocido, pues al lado de Carmen Machi era invisible. Todo el mundo gritaba: “¡Carmen, Carmen!”... es que es maravillosa.

¿Disfrutas con esos días locos de fans y entrevistas?
Al final son agotadores, pero claro que los disfruto. Y muy agradecido de recibir todo ese cariño de la gente. Además, como he sido periodista-plumilla, sigo practicando eso de la ética profesional y por eso siempre intento atender bien a la prensa porque me pongo en su lugar. Yo también estuve allí.

Cuéntanos alguna anécdota de entonces.
Tengo muchísimas que no puedo contar y sí alguna con la que quiero ensalzar el trabajo de los periodistas de provincias. Yo fui uno de ellos. Recuerdo que una actriz, cuyo nombre no revelaré, con la que presenté una peli fuera de Madrid y se quejó porque el periodista no había visto la película. Entonces le conté que seguramente el compañero esa mañana se había levantado pronto, había hecho una ronda de llamadas a la policía local y a los bomberos para hacer la crónica de sucesos. Luego, a las once, había ido a la rueda de prensa del agua con el alcalde Fulanítez, a la una tuvo que ir a la asociación de vecinos de Condemor de la Pradera que piden que la autovía tenga un carril bici que les pille cerca y ahora le ha tocado cubrir la información de nuestra peli. Esa es la mañana del compañero.

[Risas] No se te olvida, ¿eh?
Es que yo he sido plumilla de provincias, cubría cuatro noticias al día y de algunas sabía y de otras no. Bastante tenía con juntar las letras y que aquello luego se entendiera. Mucho estrés, la verdad (risas). Luego hice radio y me lo pasaba teta. Ahí es donde empecé a virar hacia la interpretación porque era un programa con mucho humor.

El otro día leí que decías que a tu edad por fin te sentías un hombre. ¿Qué te sentías antes?
[Risas] Es que digo muchas tonterías, no sé, imagino que estaba hablando de la madurez y de reflexiones vitales. Yo intuyo que esto tiene mucho que ver con el hecho de ser padre, cuando muchas de tus necesidades y prioridades pasan a un segundo plano. Hubo unos años que sentí que se alargaba mucho mi juventud [risas], que tenía cierta inmadurez emocional. No te voy a dar ahora el titular de “Con 56 años por fin he madurado”, porque, además, hace ya tiempo que no me siento así y no me reconocería en esa frase. Sí reconozco el proceso. Además, si con 56 años no sientes cierta madurez, es que no te has enterado de la vida y no has leído a Gil de Biedma eso de que “la vida iba en serio” [risas].

Antonio, ¿has cambiado de dieta o de hábitos? Porque estás delgado y enérgico.
Yo siempre he sabido que mi peso ideal son 70 kilos y voy a intentar quedarme ahí. Pero claro, conseguirlo es todo un esfuerzo porque no puedes ir a comer como hice el otro día a Tragabuche, de Dani García –aquí, su entrevista más sincera–. ¡Qué maravilla!, aunque bueno, un día es un día. De todas formas, yo siempre he hecho mucho deporte, corro todos los días y maratones cuando puedo. Si no te cuidas cuando tienes cierta edad, como actor estás muerto.

"Si quieres tener una calidad de vida razonable, no queda otra que hacer deporte"
antonio de la torre retrato
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El actor, en un fotograma de la Tratamos demasiado bien a las mujeres.

¿Eres un beauty victim?
Cuido mi imagen lo justo porque soy más como Groucho Marx: “Si no te gusta, tengo otra” [risas]. Tengo que estar en cada momento a lo que me pide el personaje, pero por encima de cada proyecto debo estar en forma. Y ya como consejo para todo el mundo (ay, que me vengo arriba), si pasas de los 50 y quieres tener una calidad de vida razonable, no queda otra que hacer deporte.

Si no hubieras cambiado de profesión, ¿dónde crees que estarías trabajando ahora como periodista?
En Canal Sur haciendo deportes, seguro. Pero se me cruzó la interpretación y aquí sigo después de 30 años. Y muy agradecido porque el 92% de mis compañeros y compañeras se ganan la vida poniendo copas en un garito. Muy pocos tenemos la suerte de que Esquire se interese por nosotros para hacer un reportaje. Esta es la realidad del oficio. Y esto de lo que hablo afecta sobre todo a las mujeres, sobre todo cuando van cumpliendo años. La hemeroteca me avala. Por ejemplo, cuando hicimos Balada triste de trompeta, en 2010, yo tenía 42 años y la que hacía de mi novia, Carolina Bang, tenía 25 años. Estoy seguro de que nadie dijo: “¿Pero qué hacen estos dos juntos?”. Si hubiera sido al revés, se hubiera tenido que explicar en el guion. Menos mal que la sociedad ha cambiado un poco.

¿Crees que ser un tío guapo ayuda a triunfar en el cine o es al revés?
A ver, no sé, yo no soy especialmente agraciado y no me va mal del todo. Tengo un chascarrillo gracioso al respecto. Hice un pequeño papel en Volver. Era el marido de Raimunda, el personaje que hacía Penélope Cruz. Pues en el guion leí: “Vemos a Paco, un hombre normal tirando a atractivo”. Y yo pensé que si Almodóvar –aquí su entrevista más sincera– me había dado ese papel era entonces por eso, porque soy un tío normal tirando a atractivo [risas]… No me sentó mal, para nada, sobre todo cuando me había tocado ser el marido de una actriz tan hermosa y talentosa. También pensé: “Si cuelo como marido de Penélope Cruz, quítate ya los complejos”.

"Me fliparía hacer una obra de teatro con Alberto San Juan"

Me contó Alberto San Juan que fuiste tú el que le animaste a ir a una escuela de interpretación. ¿Fue así o al revés?
No lo recuerdo, entre nosotros ya nunca sabes quién dijo qué [risas], pero ahora que hago memoria creo que fue él... Nosotros vimos juntos durante la Expo’92 en Sevilla . Él trabajaba en Tele Expo, un servicio 24 horas que dirigía Fernando Delgado, que en paz descanse, y yo trabajaba en radio en Canal Sur, pero ya estaba haciendo el curso puente para ser actor porque había dejado las labores periodísticas y estaba un espacio más de humor. Fue ahí donde me entró el gusanillo de ser actor. Fue una época maravillosa, también con momentos tremendos… Me están entrando unas ganas de contarlos, pero no puedo.

Avancemos, pues, pero prométeme que otro día te confiesas.
Lo consultaré [risas]… El caso es que teníamos la edad de tomar decisiones y nos vinimos a Madrid. Yo tenía 24 años y estaba en una encrucijada muy grande: mi madre estaba muy enferma, de hecho murió en noviembre. Y cuando llegamos, nos matriculamos en la escuela de Cristina Rota. Así lo recuerdo yo, así que pienso que el culpable fue él [risas].

Con esa complicidad que tenéis, ¿nunca os habéis planteado trabajar juntos?
A mí me fliparía hacer teatro con él. Le he dicho varias veces que escriba una obra de teatro para hacerla juntos. A ver si se da prisa para que nos dé tiempo antes de que la palmemos uno de los dos [risas].