preview for Boris Izaguirre responde a sus haters

Love, Boris.

Esas dos palabras son la firma y seña de identidad de Boris Izaguirre en redes sociales. Una forma de dirigirse a sus seguidores que explica bien la esencia elegante y pícara del venezolano que revolucionó la televisión española hace 20 años. Su show ha renacido este 2018 con su chispeante reaparición en Masterchef Celebrity y con programa propio en DKISS, la versión patria de Sí, quiero ese vestido. Había ganas de Boris y eso se nota en la respuesta del público, de ahí que nos haya costado mucho encontrar a los haters que lo ponen a caldo en el vídeo que encabeza este artículo. El love pesa mucho más que el hate, como demuestra esta charla que solo sabemos interpretar como una declaración de amor a su marido.

Da la sensación de que has vuelto por todo lo alto.
Lo mejor de todo es que mi vuelta a España hace feliz a Rubén. De verdad, es la mejor manera que tengo de verlo. Él nunca estuvo de acuerdo con mi inmersión en la televisión latina porque le parecía que nos separaba muchísimo: una cosa es pasar la semana en Barcelona como hace unos años, pero es que Miami está mucho más lejos en todos los sentidos. Nos separaba demasiado. Me llamaron de Masterchef Celebrity desde la primera edición: en la primera acababa de instalarme en Miami; en la segunda me asustó la propuesta porque no me veía capaz de elaborar recetas y me aterraba la idea de emplatar porque yo soy muy torpe con las manos; a la tercera, se unieron Macarena [Rey, productora ejecutiva de Shine Iberia] y Rubén, y él me dijo que tenía que hacerlo porque la etapa de Miami ya estaba bien. Así que acepté.

"Reinventarme ha sido un trabajo de 10 años"

¿Has roto lazos con la televisión de Miami?
Fue complicado porque en Estados Unidos no existen las vacaciones, y pedir dos meses y medio libres en el programa en el que estaba no era viable. Me dijeron que tenía que escoger, y así lo hice.

Entonces pesó más la vida la familiar.
Me chocaba la idea de ser esa típica persona que quiere ir a triunfar en el extranjero pero de repente le tira la familia, el hogar, el país… Eso me enrollaba muchísimo. Pero cuando me vi en el plató de Masterchef sentí que hacía mucho tiempo que no estaba en una producción de esa envergadura, es un programa mayúsculo. En ese momento me di cuenta de que mis hitos son Crónicas marcianas y Masterchef.

instagramView full post on Instagram

Me ha costado mucho encontrar comentarios negativos porque tu paso por Masterchef ha despertado un cariño tremendo entre el público.
Yo no soy mucho de leer lo que digan de mí, hace años que decidí que eso no podía importarme. Lo que sí me he dado cuenta es que ese cariño es más extenso, he ganado otros públicos. Por ejemplo, y para mi total sorpresa, el infantil. Rubén y yo salimos a correr por el Retiro y de repente aparecen niños y niñas de 9 y 10 años con sus teléfonos móviles y me dicen “perdona que mi teléfono es un poco patata, ¿pero nos podemos hacer un selfie?” (risas). O niños que de repente hablan como yo, “Mira papá, es Boris, ¡divinooo!”. Para mí es algo fascinante.

"Rubén ha ganado la partida: me he dado cuenta de que lo más importante es hacerle caso a él y no a mí"

¿Tu imagen pública está tan cuidada y adaptada a tu cuerpo como un vestido de novia?
Creo que está bien tomarse un tiempo para intentar eso que todo el mundo ha querido hacer después de la crisis, que es reinventarse. Pero no es algo que puedas afrontar en 20 minutos; a mí me ha llevado unos 10 años hacerlo. Al final vas componiendo un cóctel, como un figura de plastilina a la que vas incorporando tu experiencia. La persona que yo soy ahora no tiene nada que ver con la de hace 10 años, y mucho menos con la de hace 20, cuando estaba despertándome a todo con absoluto asombro, o después más preocupado porque el asombro no terminara por trastornarme… Y de repente vino una mano y me rescató, y en ese rescate también me reconstruí. Es algo que vale la pena vivirlo, sin duda.

Parece que te sientes muy a gusto en este nuevo traje.
Sí, me gustaría estar más delgado pero eso ya me parece una absurdez. Soy muy flexible y mantengo la curiosidad por todo, así que aunque en mi piel ya no esté tanto esa frescura, en mi cabeza sí lo está. Estoy cómodo. Y agradecido, que es aún más importante.

masterchef celebritypinterest
Carlos R. Alvarez

¿En quién piensas cuando hablas de agradecimiento?
En Macarena Rey, desde luego. Y en mi marido. Porque al final me doy cuenta de que Rubén ha hecho mucho por nosotros dos, y yo a veces le he desbaratado mucho por capricho y arbitrariedad. Pero él ha terminado ganando la partida y yo he terminado dándome cuenta de que lo más importante es hacerle caso a él y no a mí.

Creo que a eso se le llama amor.
El amor siempre es una mezcla de varias cosas. Sé que nunca me enamoraré de nuevo como me enamoré de Rubén esa primera vez. Nunca he vuelto a vivir ese arrebato tan impresionante. Luego, con los años, pienso que al amor le tienes que agregar el placer del entendimiento. ¡Es que cuesta tanto entenderse! Los grandes problemas humanos son la incapacidad de comunicarse bien y los malentendidos continuos. Cuando te entiendes, es algo tan único que hay que cultivarlo y conservarlo. Esa es la verdadera relación de pareja.

Te rodea tanto amor que hasta te has puesto un vestido de novia…
Sí, en la gala de los Premios de la Academia, ¡es que no podía aguantar más! Lo que más he aprendido con mi programa en DKISS es que es el vestido el que te elige a ti, no al revés. Muchas novias llegan diciendo que quieren ir de sirena, y sí, salen como sirenas de dos colas. Todas se equivocan desdeñando el Mikado, que es mi favorito porque es muy tradicional y tiene mucho volumen. Las novias de ahora dicen que se ven como señoras como si eso fuera un problema, cuando lo más importante en la vida es intentar ser una señora. Yo necesitaba ponerme uno. Justo ese día estaba Rosa Clará grabando con nosotros en el programa, y cuando me miró, me dijo: “La talla es equivocada, te están poniendo un 45 y tú eres un 48”. En realidad en trajes soy 52, así que me interesa. Consiguieron un 48 que era Mikado, que suele estar en tallas más importantes. Rosa me dijo “apóyate contra la pared” y me metieron de cabeza. Me encantó, el sueño de mi vida era vestirme por la cabeza y no por los pies. De un tirón me subieron la cremallera y ya estaba perfecto. Ahí me di cuenta de que el traje de novia es el perfecto equivalente al esmoquin, porque también te lo pones y en cinco minutos estás perfectamente vestido.

"La clave para estar bien vestido es que todo siente cómodo pero con cierta restricción. En ese equilibro radica la elegancia"

Las novias españolas son demasiado finas comparadas con las de otras versiones del programa.
En nuestro país todo el mundo quiere quedar bien, la cultura latina tiene un sentido del ridículo muy distinto al de los anglosajones, que están liberados de estas culpas y estas vergüenzas que tenemos nosotros. La imperfección aparece más en los comentarios de los familiares, esas madres tremendas que están de vuelta de todo y no se cortan nada. Pero mi rol no es el de moderar un debate: si la mamá insiste en hacerle saber a su hija que tiene el culo gordo, a lo mejor yo apunto que es una herencia familiar…

Hablemos de novios.
Lo primero, me gustaría que los novios tomaran algo del espíritu de la novia, que siempre quiere ir lo más guapa posible. A mí el chaqué me encanta, si pudiera lo llevaría todo el día. Y de noche, esmoquin. Porque me parecen dos trajes perfectos que solucionan y compensan. No pasa nada por sentirte guapísimo un día. En el fondo, lo importante para estar bien vestido es que todo siente cómodo pero con una cierta restricción. En ese equilibrio radica la elegancia.

"Hay que dejarse llevar por el Palomo Spain que todos llevamos dentro"

Si te digo que me caso la semana que viene, ¿qué consejo me darías para vestirme?
Cásate de gris. Encuentro que es elegantísimo. Y sobre todo, cásate de día. Para una boda hay que empezar lo más temprano posible para terminar lo más tarde posible. Es un fiestón, y hay que tomarlo así. Te casas a las once, a la una empiezas a fiestear hasta la una de la madrugada o del día siguiente. También recomiendo tener varios trajes. Yo soy de aguantar con uno, me va ese reto social, pero me parece bien cambiar, jugar y dejarte llevar un poco por el Palomo Spain que todos llevamos dentro.

Si cierras los ojos y piensas en la mejor boda a la que has asistido, ¿cuál te viene a la mente?
La de Rafael Medina y Laura Vecino. Fue un bodón, todo increíble. Lo más increíble era, ya en la noche, ir a los baños portátiles y ver salir a Valentino de una cabina así. Es lo más grande del mundo. Porque la boda fue en varios lugares… Por la mañana estabas viendo unos Grecos en la biblioteca y por la noche veías salir a Valentino del baño portátil. La gran fiesta.

Tú te casaste en su día y la boda no pudo ser más íntima.
Sí, fue por Rubén. Yo tampoco pretendía hacer nada. A mí me gustó mucho la manera en que se casaron mis padres: fueron al registro civil y se casaron por un decreto que legalizaba los concubinatos. En Latinoamérica teníamos la paternidad irresponsable, con relaciones que muchas veces no se podían poner ni en el censo porque formaba parte de la marginalidad, que es algo que atosiga mucho a los países en vías de desarrollo. Salió ese decreto para organizar un poco y mis padres deciden que era la manera perfecta para casarse. Yo quería hacer lo mismo. Invitamos a unos testigos y cuando llegamos al registro civil de Barcelona, la señora jueza, que pensaría que iba a estar Sardá y todo Crónicas marcianas, tenía puestas como 60 sillas vestidas con telas. Y éramos 6.

boris izaguirre ruben bodapinterest
Hearst

¿Y ahora no te apetece hacer un bodorrio que acabe con Valentino en el sanitrit?
Me gustaría hacer una buena fiesta por lo grande que ha sido este año. Masterchef, Sí quiero ese vestido, Tiempo de tormenta, La Sopa… Pero ya no nos va a dar tiempo, así que lo haremos más adelante. ¿Qué sería? ¿Renovar votos? Eso me da un poco de miedo. Ya me daba cosa lo de casarme, y eso que fui yo quien hizo la pedida.

Ese es otro momento importante.
Sí, las novias no paran de comentarlo. A Rubén le dije que nos teníamos que casar y él me respondió que nadie se lo había pedido. Así que me levanté de la cama, me arrodillé con él acostado y le dije si quería casarme conmigo. “¿Y si te digo que no?”. “Tú di lo que quieras”. “Bueno, está bien”. Y así empezó el proceso.

Conclusión: el amor hay que celebrarlo.
Y lo estamos celebrando. Cumplimos 26 años juntos. Celebramos el 27 y el 28, más no me atrevo a pensar, que no tengo cabeza para más. Pero sí que es una relación increíble, una historia fantástica y extraordinaria, un ejemplo buenísimo. Si me preguntas que cómo lo hacemos, te diría que vinieras a pasar un día con nosotros y lo ves. Unidos. Muy sólido.