Cuenta la rumorología popular que la receta de este cóctel nació de la picardía. Y, al margen de que la creamos o no, la historia tiene su gracia. Al parecer, el dueño de un bar de copas de San Francisco pilló al barman de madrugada dormido en la barra del local y con signos evidentes de haber bebido de todo menos agua. Al despertarlo, el tipo reaccionó rápidamente y le dijo algo así como que estaba allí esperando a que amaneciera, para inspirarse y hacer un cóctel con los colores del cielo. Sobre la marcha, cogió los zumos, los mezcló, le dio el toque de granadina, y allí le plantó al jefe la versión bebible del alba en la costa oeste norteamericana. Y todos tan contentos.

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