Los 10 mayores misterios sin resolver de la Historia: desapariciones, asesinatos y el libro que nadie puede leer

Las Líneas de Nazca son un conjunto de geoglifos grabados en la llanura costera del sur de Perú. Algunas son simples líneas rectas que discurren en todas direcciones, mientras que otras representan animales o personas.

Las líneas fueron estudiadas por investigadores que viajaban a pie en la década de 1920, pero no fue hasta que los pilotos comerciales empezaron a sobrevolar la zona en la década de 1930 que se reveló todo su alcance y elaborado diseño. Según la UNESCO, las Líneas de Nazca son "incomparables en su extensión, magnitud, cantidad, tamaño, diversidad y tradición milenaria a cualquier obra similar en el mundo". Se construyeron a lo largo de mil años, principalmente retirando las piedras más oscuras para dejar al descubierto la arena de color más claro que había debajo.

La pregunta que sigue intrigando a los investigadores es: ¿por qué se hicieron los geoglifos? Durante décadas, algunos arqueólogos creyeron que servían de gigantescos calendarios astronómicos, posiblemente vinculados a constelaciones u otros cuerpos celestes. Investigaciones recientes sugieren un propósito más terrenal: ahora parece que las Líneas de Nazca podrían haber estado relacionadas con rituales destinados a pedir lluvia a los dioses. También es posible que marcaran rutas utilizadas por los peregrinos en sus viajes a los templos, o que se realizaran rituales en puntos designados a lo largo de las propias líneas. Pero la verdad completa aún se desconoce.

El plan de los ingleses para colonizar Norteamérica no empezó con buen pie. Cuando el artista reconvertido en explorador John White y unos 115 colonos llegaron a la isla de Roanoke, frente a la costa de la actual Carolina del Norte, en 1587, el asentamiento ya tenía mala reputación. Había sido abandonado una vez en 1586, y una guarnición de 15 hombres que fue depositada allí más tarde, encargada de mantener la tierra en nombre de Inglaterra, también desapareció, dejando tras de sí nada más que un solo esqueleto para dar la bienvenida al siguiente grupo de colonos. No había razón para esperar que a la colonia de White le fuera a ir mejor.

Los colonos llegaron demasiado tarde para cultivar sus propios alimentos, y White regresó a Inglaterra en busca de más provisiones. La primera guerra anglo-española retrasó su regreso, y cuando por fin volvió en 1590, todos habían desaparecido. Pero White no parecía desconcertado por ello. Alguien había grabado en un poste de la empalizada la palabra 'CROATOAN', el nombre tanto de una isla cercana como del amistoso grupo de nativos que la habitaba. White había dado instrucciones de que, si los colonos se encontraban en apuros, debían tallar una especie de cruz junto al lugar, pero no había ninguna cruz, así que lo interpretó como una señal de que estaban en la isla vecina. Pero una tormenta le impidió navegar hasta allí para buscarlos, y nunca pudo reunir el dinero necesario para financiar otra expedición al Nuevo Mundo.

No existen pruebas arqueológicas de la aseveración de White "de que estaban a salvo en Croatoan". La mayoría de los investigadores creen que los colonos fueron asesinados por nativos americanos que se habían vuelto hostiles a los colonizadores europeos o, lo que es más probable, que fueron absorbidos por poblaciones nativas más amistosas.

Según el arqueólogo Charles Ewen, la idea de que haya algo especialmente extraño en la desaparición de la colonia podría ser un hecho relativamente moderno. "No es un gran misterio hasta que se empieza a hacer popular la escritura histórica en el siglo XIX", declaró a The New York Times en 2020, señalando que los intentos fallidos de colonización no eran nada fuera de lo común.

La historia del rey Arturo es una de las más conocidas en la cultura occidental, pero ¿existió realmente el poseedor de la espada Excalibur? Hay una vaga referencia a un héroe legendario llamado Arturo en el poema galés Y Gododdin, datado en torno al siglo VI o VII, y su nombre vuelve a aparecer en un par de versiones diferentes escritas siglos después, aunque solo una de ellas menciona a ese tal Arturo.

Los primeros relatos explícitos sobre él se remontan a la Historia Brittonum, del siglo IX, que documentaba doce batallas supuestamente libradas contra los sajones por un comandante militar británico identificado como Arturo. Sus hazañas fueron, cuando menos, impresionantes y comparables a las de nuestro Cid: en una escaramuza supuestamente mató él solo a más de 900 soldados enemigos.

El clérigo Geoffrey de Monmouth amplió la leyenda de Arturo en el siglo XII con su Historia de los reyes de Gran Bretaña, y poemas y romances artúricos posteriores añadieron elementos ahora familiares como la Mesa Redonda y la búsqueda del Santo Grial. No fue hasta el siglo XV cuando Thomas Malory escribió lo que muchos consideran la historia definitiva del rey Arturo, Le Morte d'Arthur.

Cuando nos preguntamos si Arturo existió realmente, es importante decidir a qué versión de él nos referimos. Si se trata de la que comenzó con Geoffrey –un rey glorioso que una vez gobernó la mayor parte de Europa–, la respuesta es probablemente "no". Pero el relato anterior de la Historia Brittonum sobre un gran líder militar llamado Arturo podría tener alguna base real.

La primera noche de febrero de 1959, nueve esquiadores murieron misteriosamente en las montañas de lo que hoy es Rusia. La noche de lo que se conoció como Incidente del paso Diátlov, el grupo había acampado en una ladera, cenado y entrado en sus tiendas para dormir, pero algo salió catastróficamente mal porque el grupo nunca regresó. Es un caso que te recordará a la última temporada de True Detective.

El 26 de ese mes, se encontraron las tiendas abandonadas y desgarradas por dentro. Alrededor había huellas dejadas por el grupo, algunas con calcetines, otras con un solo zapato y otras descalzas, que continuaban hasta el borde de un bosque cercano. Allí se encontraron los dos primeros cadáveres, sin zapatos y vestidos solo con ropa interior. Los cadáveres presentaban síntomas de muerte por hipotermia, pero a medida que los forenses iban inventariando los cuerpos, así como los otros siete que se descubrieron en los meses siguientes, la hipotermia dejaba de tener sentido. De hecho, nada tenía ningún sentido. Uno de los cuerpos presentaba un traumatismo por objeto contundente, propio de una agresión brutal; otro tenía quemaduras de tercer grado; otro había estado vomitando sangre; a otro le faltaba la lengua, y se descubrió que parte de su ropa era radiactiva.

Entre las teorías que se barajan figuran la interferencia del KGB, la sobredosis de drogas, una abducción extraterrestre o la versión rusa del Yeti. Recientemente, un director de documentales presentó una teoría sobre un fenómeno aterrador, pero real llamado 'infrasonido', en el que el viento interactúa con la topografía para crear un zumbido apenas audible que, sin embargo, puede inducir poderosas sensaciones de náuseas, pánico, espanto, escalofríos, nerviosismo, aumento del ritmo cardíaco y dificultades respiratorias.

Ningún repaso a los misterios históricos estaría completo sin la historia del hombre conocido como D. B. Cooper, la única persona que ha secuestrado un avión comercial en Estados Unidos y se ha salido con la suya (o al menos ha eludido su captura). Muchos criminales famosos han logrado permanecer sin identificar durante décadas, como el Asesino del Zodiaco, pero Cooper pertenece a una categoría muy diferente. Aparte de mostrar a una azafata un artefacto que, según él, era una bomba, su crimen no fue violento y su audacia fue asombrosa.

El día antes de Acción de Gracias de 1971, D. B. Cooper embarcó en un vuelo de Portland a Seattle. Poco después de las tres de la tarde, entregó una nota a una azafata, mostró su supuesta bomba y exigió que le dieran 200.000 dólares en efectivo y cuatro paracaídas. El avión aterrizó en Seattle, cambió a sus pasajeros y a la mayoría de las azafatas por el rescate de Cooper y volvió a despegar.

Mientras el avión sobrevolaba una zona situada entre Seattle y Reno, Cooper saltó a la fría y lluviosa noche, azotado por vientos de 300 km/h, sin nada más que el traje que llevaba puesto, dos paracaídas y 200.000 dólares (algo más de 1,5 millones al cambio actual). La persecución posterior duró 45 años y tuvo 800 sospechosos, pero ninguna detención. Cooper se ha convertido en un héroe popular para muchos, inspirando canciones, películas, programas de televisión, podcasts, libros e incluso una reunión anual de entusiastas conocida como 'CooperCon'.

¿Qué pasó entonces con Cooper? Es probable que no sobreviviera al peligroso salto. En 1980, parte del dinero del rescate se encontró cerca del río Columbia. También se encontró una calavera que se creyó era la suya. Aunque el FBI abandonó oficialmente el caso en 2016, los detectives aficionados siguen intentando descifrar el misterio.

Si ha oído hablar del Mary Celeste, puedes agradecérselo a sir Arthur Conan Doyle. El inexplicable abandono del barco en 1872 (y el destino aún desconocido de las 10 personas que iban a bordo) podría haber caído en el olvido si el creador de Sherlock Holmes no hubiera publicado en 1884 un sensacional relato corto sobre el barco que cautivó la imaginación popular y convirtió al mercante estadounidense en uno de los misterios marítimos más perdurables de todos los tiempos.

Para resolver el misterio del Mary Celeste y el destino de su capitán, su esposa, su hija de dos años y sus siete tripulantes, el relato de ficción de Doyle, que incluía un artefacto africano desaparecido y un motín sangriento, no fue de gran ayuda. Pero la investigación oficial llevada a cabo años antes tampoco había encontrado ninguna razón para que la tripulación abandonara un barco en condiciones de navegar. Había un metro y medio de agua en la bodega, una bomba había sido desmantelada y el bote salvavidas había desaparecido. Pero el barco estaba a salvo y operativo cuando lo encontraron a la deriva cerca de las islas Azores.

En 2006, un profesor de química del University College de Londres propuso una solución: Una "explosión de tipo onda de presión" provocada por la carga del barco –unos 1.700 barriles de alcohol industrial– y alguna chispa desconocida habían causado daños y asustaron a la tripulación para que abandonara el buque. Pero otros investigadores han descartado esta teoría. Aunque el misterio en torno al Mary Celeste sigue sin resolverse, continúa sirviendo de inspiración a los narradores. La cuarta temporada de True Detective se inspiró en parte en el barco abandonado, así como en el ya mencionado incidente del paso de Diátlov.

Encontrar las tumbas de Hitler, Gengis Kan o Da Vinci sigue siendo misión imposible. Y lo mismo ocurre con el lugar de enterramiento de Cleopatra VII, considerada la última monarca de la dinastía ptolemaica que gobernó Egipto tras la muerte de Alejandro Magno y, por tanto, la última faraona de Egipto. Saber dónde están sus restos sería sin duda uno de los mayores logros arqueológicos de la historia moderna. El problema es que nadie sabe dónde buscar.

Normalmente, se sitúa la tumba de Cleopatra junto a su palacio, en una zona de la antigua Alejandría que ahora está sumergida bajo el mar Mediterráneo. De ser así, es probable que la tumba se haya perdido para siempre.

Pero algunos investigadores han puesto sus ojos en Taposiris Magna, la ubicación de un templo dedicado a Osiris, el soberano egipcio del reino de los muertos, cerca de Alejandría. Como Cleopatra quería asociarse a sí misma y a su amante romano, Marco Antonio, con Osiris y su hermana-esposa, Isis, algunos creen que es lógico que ambos fueran enterrados allí. Las excavaciones han encontrado 16 cámaras funerarias, momias con lenguas de oro, máscaras funerarias, monedas grabadas con el rostro de la legendaria reina y un túnel de más de 1.000 metros de largo... pero ni rastro de Cleopatra.