90º aniversario de Esquire: el número de octubre es una celebración histórica para coleccionistas

*Carta de Jorge Alcalde, director de Esquire: 'La cápsula de nuestro tiempo'

Tengo ante mí algunas docenas de ejemplares de Esquire desde 1933 hasta nuestros días. Llegaron a mi nombre de manera casi anónima una tarde de la pasada primavera. En cajas numeradas a mano del 1 al 5. Polvorientas y agrietadas. Fue uno de esos regalos inesperados que te alegran el día, y el año. Y una de esas cosas que pasan en esta bendita casa.

Al abrir las cajas impacta el olor a papel y humedad. No sé dónde han estado. Probablemente en un sótano o una bodega. He pasado la mano cien veces por la firma de Ernest Hemingway en 1936 y recosté la cabeza para descansar en pleno cierre sobre la primera imagen de Woody Allen para Esquire, en un extraño número de septiembre de 1964 dedicado a “la vuelta a la Universidad”. Quizás estos ejemplares amarilleados no hayan salido de su escondite secreto durante décadas. ¡Quién sabe con qué fin fueron guardados allí! Alguien que amaba las revistas se resistió a desprenderse del tesoro hasta que, empujado por el paso de los años, por el deseo de que otros ojos lo disfrutaran o por una repentina mudanza (qué se yo) decidió mandar la colección a la atención del Sr. Director de Esquire.

Algunos números casi se deshacen en las manos. Han estado enterrados lejos de la luz del sol desde hace décadas y han envejecido a espaldas de la historia. 90 años después del nacimiento de Esquire, en un despacho de Chicago en el que tres editores obviaron sus diferencias ideológicas para lanzar un trimestral de moda y estilo para hombres a 50 céntimos de dólar, el mundo también es algo más amarillo y polvoriento. Cuando el primer número visitó el kiosco, Hitler aún no había llegado al poder y Roosevelt llevaba nueve meses de mandato en EEUU, pero ya gateaban algunos de los personajes que estaban destinados a cambiar el rumbo de la cultura occidental y terminarían siendo portada de Esquire: Clint Eastwood era un niño que aún no jugaba con pistolas; Kim Novak, Michael Caine, Joan Collins, Yoko Ono, Quincy Jones… abrían ese año sus ojos al planeta tierra y en su sangre las células empezaban a metabolizar la materia prima de las mejores canciones, los textos más memorables, las escenas más emocionantes de nuestras vidas.

En cualquiera de los más de veinte países del mundo donde se edita Esquire, cualquiera de los hombres y mujeres que abren un planillo para editar una página, que organizan un estilismo para producir una moda, que planean una fotografía de portada, que escriben un pie de foto, que producen un vídeo para Internet o reclaman una factura son conscientes de que guardan parte del mejor legado en la historia del periodismo impreso. Que en despachos con el logo de Esquire sobre la puerta de entrada entregaron sus folios manuscritos Francis Scott Fitzgerald, Truman Capote, Douglas Fairbanks Jr., Ernest Hemingway... Que la obsesión de Esquire por reflejar el auténtico latido de la vida cultural americana primero y global después condujo a que bajo esta cabecera un grupo de “personajes que no sabían escribir recto” inventaran el “nuevo periodismo”. Tom Wolfe, Joan Didion, Gay Talese, Hunter Thompson estrujaron el modo de escribir para impactar en generaciones de futuros periodistas y lectores con historias fabricadas a base de mucha piel, algo de alcohol, millones de llamadas y más de 3.000 palabras. George Lois elevó el concepto de portada a categorías nunca antes alcanzadas, y logró que sus Esquire covers fueran contempladas en el MoMA. Warhol, Dalí, Moravia, Gide, Huxley, Mailer, Vargas Llosa… nombres al azar de los que estamparon sus textos en estas páginas y que me hacen temblar como un novato ante el teclado del Mac. Ninguno de ellos habría soñado con llegar a tener en sus manos las herramientas con las que hoy contamos para impactar a nuevos públicos, a nuevas generaciones. Para convertir el contenido en una experiencia de múltiples dimensiones vegetales y digitales. Pero ninguno habría cambiado su bloc de notas por un iPad si con ello hubiera tenido que renunciar a una historia en exclusiva.

Hoy Esquire celebra 90 años, que es una edad bastante similar a la esperanza de vida de un ciudadano con suerte en un país rico. Para un hombre y una mujer, 90 años lo es todo. Pero cuando tienes la suerte de mancharte las manos con el polvo de polilla sobre la cubierta de un ejemplar de los años 30 enviado desde quién sabe dónde a través del túnel del tiempo, empiezas a pensar que “90 años no es nada”.

Lo celebramos con tres cuentas atrás simultáneas que, cruzadas entre tus manos hojeantes, van a estimular tu pasado, tu presente y tu futuro: una con 90 personajes que han hecho historia en este caprichoso espacio temporal; otra con las 90 portadas más icónicas de Esquire –coleccionistas, os vais a poner las botas–; y otra con 90 temas de actualidad para mirar hacia adelante.