¿Qué escritor en su sano juicio no querría encontrar la receta del éxito para vender 1,3 millones de ejemplares en su país natal con cada una de sus novelas escribiendo lo que le dé la real gana (nada de tener que encasillarse en un género que nunca le ha hecho tilín, y sin tener que mojarse en los libros para jóvenes adultos)? En España, Haruki Murakami ha vendido, según su editorial, Tusquets, 4 millones de ejemplares. ¿Qué escritor no sueña con que las librerías organicen veladas para esperar la madrugada en la que oficialmente se lanza su último libro (sí, estilo Harry Potter)? ¿Qué escritor no querría replicar el éxito de Haruki Murakami, que recibe el Premio Princesa de Asturias de las Letras? Eso sí, ya te advierto que no vamos a entrar ahora en si todos los libros del escritor japonés, eterno aspirante al premio Nobel de literatura y sucedáneos (que nunca va a ganar porque no casa bien este premio con el éxito entre el público en vida), tienen la misma profundidad, la misma entidad de Crónica del pájaro que daba cuerda al mundo o La caza del carnero salvaje.

el escritor haruki murakami
Getty/Esquire

Tampoco vamos a entrar en si sus últimas novelas son tan buenas como todo lo que ha escrito anteriormente (que lo importante para lo que nos traemos entre manos es que para el conjunto de sus lectores sea suficientemente bueno como para que se vuelva a convertir en éxito y siga viva la llama de su fandom literario). Lo que es indudable es que ha conseguido crear un universo propio, que los críticos coinciden en llamar un realismo mágico urbano. Pero tiene que haber algo más, ¿no crees?

Está claro que es imposible copiar a un escritor (y mira que Sergi Pàmies lo ha intentado en el pasado, y que clones de Javier Marías, Javier Cercas y Luis Landero han publicado en este santo país, pero esa es otra historia), de la misma manera que hace falta talento. Y hace falta trabajo. Y el marketing es importante (aunque al público se la puedes colar una vez, pero no más). Así que, estarás de acuerdo con nosotros, cuando un escritor se convierte en un escritor de culto sin escribir ciencia ficción (al uso), ni terror, tiene que haber detrás una receta del éxito. Irreplicable, pero receta del éxito al fin y al cabo.

Ha sido el ilustrador Grant Snider, colaborador habitual del diario The New York Times, quien ha encontrado hace tiempo la receta del éxito de los libros de Haruki Murakami. Según él, sus libros, para que le gusten a sus fans, tienen que contener cuántos más de estos veintitrés elementos (en realidad son veinticuatro, pero el último, el diseño de la portada, lo consideramos intrascendente) sea posible dentro de la novela:

Una mujer misteriosa. No hace falta que sea protagonista.

Un pasaje secreto. Tampoco tiene que ser fundamental en la trama, basta con que aparezca en algún momento y el protagonista o protagonistas tengan que interactuar con este pasaje.

Alguien aficionado a correr. A Murakami se le ve el plumero.

Una estación de tren. Nada de ochenteros aeropuertos.

Un adolescente precoz. Pero que muy precoz. No tiene por qué ser el protagonista, pero le hace ver algo importante al protagonista.

Se cocina mucho. Pasta, pasta, pasta...

Alguien habla con los gatos. Con cualquier motivo.

Sale, en algún momento, Tokio por la noche. Hay todo un peregrinaje fan a los lugares reales en los que transcurren las novelas de Murakami.

Los protagonistas tienen nombres inusuales. No es ya que sean japoneses...

Un villano sin rostro. Misteriooooooso.

El terrible aburrimiento urbano. La soledad de la ciudad, bla, bla, bla. Que si Baudelaire, que si un ático con vistas.

Gatos. Muchos más gatos.

Viejos discos de jazz.

Una llamada de telefóno inesperada (si es misteriosa, mejor que mejor).

Algo que se desvanece, que desaparece delante de los ojos de uno de los protagonistas.

Un pozo seco.

Fetichismo orejil. Algunos critican que si hay mucho kinky sex en las novelas de Murakami. Lo que hay es lo que se puede denominar, al más puro estilo belanguiano, como "otorrino-fetichismo".

El espacio sideral.

Mundos paralelos.

La sensación de que alguien te persigue. Bueno, vale, esto no tiene mucho mérito, pero no puede faltar.

Poderes sobrenaturales.

Más gatos, sólo que ahora se desvanecen. Nunca hay demasiados pocos gatos.

Flashbacks históricos. Que eso siempre le gusta al lector.

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No vamos a ir uno por uno con todos sus libros para comprobar si es verdad, que para eso ya se lo ha currado este ilustrado. Nosotros hemos querido recuperar esta receta única y exclusivamente para pasarle el test a La muerte del comendador. ¿Sabes una cosa? Salvo "Tokio por la noche", y salvo error de omisión del departamento de Para Qué Me Cuentas Esto de Esquire.es, cumple todos y cada uno de estos elementos. ¿Coincidencia? ¿Receta del éxito? Hmmmmm.

Pero, bueno, como dice Murakami, cuando se sienta a escribir no tiene ningún plan.