En las islas de Escocia los cuentos, escuchados con un vaso de whisky en la mano, se vuelven certezas incontestables. Asegura una leyenda que Lula, una princesa de los gigantes daneses, aburrida, decidió recorrer el mundo en busca de aventuras. Mientras hacía su camino, enormes piedras mágicas caían de su delantal y, al contacto con el mar, se convertían en islas. La última piedra fue el origen de Islay, en el mar de Moyle (Sruth na Maoilei), que separa Escocia de Irlanda. Tras dejar caer esa piedra, la tempestad se llevó a la giganta, cuyos restos duermen para siempre en Loch Cnoc.
Esta isla con este origen tan particular presume de destilar los whiskies con más sabor entre todos los escoceses. Su cebada crece en un suelo con unas condiciones muy peculiares y se seca con el humo de la turba, un combustible que le da su característico sabor fuerte, ahumado y con un punto de sal. Ellos no lo dicen, pero apostamos a que el carácter de los habitantes de la Islay, durante muchos siglos separados del resto de Escocia, tiene algo que ver en ese gusto tan particular que deja en el paladar el whisky de turba de la isla.
Unos 1.710 kilómetros separan la destilería de Laphroaig de Barcelona y Madrid. Su whisky ha necesitado, para recorrerlos y desembarcar en España, 209 años. La espera, por lo que se sintió en su brillante presentación en sociedad, ha merecido la pena.
Propuesta gastronómica
El sabor ahumado de los whiskies de Laphroaig es ideal para adentrarse en terrenos excitantes de la gastronomía. Así lo entendieron SUA by Tricile junto a Los 33 y Leña de Dani García que prepararon una propuesta maridada con los cocktails de Caracortada y Especiarium, inspirados en la turba, el humo y el salitre que dan su carácter a los whiskies dorados de Laphroaig.
El gusto ahumado y ligeramente salino de Laphroaig es un reclamo magnífico para los paladares más atrevidos que buscan en cada trago un sabor diferente. Aunque suene a tópico, nuestra gastronomía es una de las más importantes, innovadoras y variadas del mundo. Un whisky con estas características puede ser el complemento perfecto para algunas propuestas. Laphroaig puede poner un acento organoléptico diferencial a muchas de las creaciones de nuestros 272 restaurantes con estrella Michelin en su puerta.
Adrián Castillo Trujillo, Brand Ambassador de Laphroaig, vincula este desembarco con “una cultura del whisky en España que está en constante crecimiento; hay varias razones por las que es un buen momento para ensalzar este único e inigualable elixir”. Castillo incide en la aventura de asomarse a “el whisky ahumado como una elección muy interesante para los intrépidos paladares que gustan de sabores intensos”.
Un proceso ancestral
Un porcentaje altísimo de los 3.000 habitantes actuales de Islay se dedica a la destilación del whisky, igual que lo hacían sus antepasados. En el caso de Laphroaig (se pronuncia La-froig, por cierto), 1815 fue el año en el que se hizo el primero de unos de los single malt más interesantes del mundo.
Para que os hagáis una idea, el aislamiento de esta pequeña isla es tan grande que los recaudadores de impuestos de la Casa Real inglesa llegaron 150 años más tarde que al resto de Escocia. Esa soledad obligada por un entorno difícil forjó el carácter de los lugareños y, por supuesto, de su whisky, influido por el suelo, el clima (con los constantes vientos atlánticos), la variedad de la cebada y la acción de los habitantes de Islay.
La turba, un combustible altamente mineralizado y salino, es el generador del humo que seca la cebada, de forma artesanal y esparcida sobre el suelo. No quedan muchas destilerías que sigan este procedimiento, pero el respeto a la tradición es sagrado en Laphroaig. Después del secado la cebada pasa por dos destilaciones para conseguir un eau de vie con un 69% de alcohol y todos los fenoles y el salitre que ha adquirido en el proceso.
Este preciado líquido, pleno de sabor en potencia, se deja reposar en barricas previamente utilizadas para bourbon. La destilería está, literalmente, junto al mar. Así que el viento y el mar siguen ejerciendo su acción sobre esas barricas que contienen lo que en unos años será Laphroaig 10 o Laphroaig 25.
Para sacarle todo el sabor
Cada uno toma el whisky, faltaría más, como quiere, pero si nos dejas aconsejarte, lo que nos han contado los expertos de Laphroaig (Le-froig”, recuerda), es que hay que tomarlo solo o con hielo. Esta debería ser, en sus palabras, la única opción con Laphroaig 25. Laphroaig 10, sin embargo, se puede incluir en cócteles. ¿Su recomendación? Un clásico whisky sour o un Penicilin con sus notas de jengibre y miel.
Laphroaig crea whiskies complejos, redondos, con capas y notas múltiples para que su degustación siempre revele nuevos matices. Ahora, 209 años más tarde, ha llegado a coctelerías y bares de vanguardia en Madrid y Barcelona donde te lo servirán siempre en su punto.
Otra opción es hacer las maletas y lanzarse a la aventura de conocer esa isla nacida del viaje de la gigante Lula. Islay es conocida por sus rutas de senderismo, sus increíbles costas, que incluyen algunas de las mejores playas de Escocia (con un clima más suave), una enorme variedad de aves y, por supuesto, por su whisky. Seguramente, si lo tomas allí, conocerás algunas leyendas más de la isla.
