Hace unos 96 años, el arqueólogo alemán Günther Roeder desenterró la mitad inferior de lo que habría sido una enorme estatua de Ramsés II, uno de los faraones más célebres de las 31 dinastías del Antiguo Egipto. Roeder encontró la estatua a 240 km al sur de El Cairo, en la provincia de Minya, cerca de la actual ciudad de El Ashmunein. En la antigüedad, esta zona a orillas del Nilo se conocía como Khemnu. Fue capital de provincia en el Antiguo Reino de Egipto (2649-2130 a.C.), y más tarde se llamó Hermópolis Magna cuando los romanos dominaban el Mediterráneo.

    Se sabía que muchos tesoros del ilustre pasado de la región estaban enterrados en el desierto circundante, y aunque el descubrimiento de Roeder resultó notable, el resto de la enorme estatua que encontró permaneció perdida en el tiempo... hasta ahora.

    En marzo, los arqueólogos egipcios -en colaboración con expertos estadounidenses- anunciaron que, después de 96 años, por fin habían encontrado la mitad superior de la estatua de Roeder que faltaba. En declaraciones a Reuters, los expertos del Ministerio de Turismo y Antigüedades egipcio informaron de que la mitad superior medía unos 3,5 metros y representaba a Ramsés II con un tocado rematado por una cobra real.

    Sin embargo, el descubrimiento de esta antigua estatua -y su exquisita conservación- distaba mucho de ser seguro cuando se descubrió por primera vez la estatua boca abajo en enero.

    "Uno de los problemas de Hermópolis es su proximidad al Nilo. Tras [la construcción de] la presa baja de Asuán, el nivel freático se convirtió en un gran problema. No había garantías de que la piedra estuviera bien", explica en un comunicado de prensa Yvona Trnka-Amrhein, profesora adjunta de clásicas en la Universidad de Colorado Boulder y codirectora del equipo. "A veces se descubre arenisca que básicamente es sólo arena o caliza degradada. Podría haber sido sólo un trozo de roca".

    Afortunadamente, tras una nueva excavación, el equipo confirmó que la estatua estaba extraordinariamente bien conservada y contenía otro sorprendente hallazgo: en su superficie podían encontrarse restos de pigmento azul y amarillo. Se espera que el análisis de este pigmento ayude a los investigadores a comprender el contexto de la creación de la estatua y su aspecto original.

    "Sabíamos que podía estar ahí, pero no lo buscábamos específicamente", afirma Trnka-Amrhein en un comunicado de prensa. "Era plausible que el resto de la estatua pudiera estar allí, pero fue una sorpresa total".

    Afortunadamente, la corazonada resultó ser correcta, y el codirector egipcio Basem Gehad ya ha presentado una propuesta para reunir por fin las dos piezas (la mitad inferior de Roeder aún permanece in situ en El Ashmunein). Trnka-Amrhein espera que sea aprobada.

    Vía: Popular Mechanics
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    Darren Orf

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