Nieves Álvarez (Madrid, 1974) lleva más de 29 años haciendo kilómetros sobre las pasarelas. No los ha contado, aunque sospecha que deben ser unos cientos. “Es cierto que ahora desfilo de manera ocasional, pero más de una vez he fantaseado con saber cuál sería la distancia que he recorrido a lo largo de mi carrera”, apunta. Desde luego, como dicen en el argot teatral, tablas no le faltan. Se curtió entre las bambalinas de modistos como Yves Saint Laurent, de quien fue su musa desde 1994 hasta la retirada del couturier en 2002. Sabe lo que es estar alrededor de personajes que han marcado un antes y un después en la historia de la moda. Loulou de la Falaise, Pierre Bergé, Gianfranco Ferré u Oscar de la Renta son solo algunos de los personajes que han marcado la historia y la vida de esta madrileña de kilométrica estatura —mide 180 centímetros—, profundos ojos azules y con el desparpajo propio de quien sabe que la profesionalidad y la belleza también traspasan el estatismo de una fotografía. Y en eso Nieves tiene un doctorado cum laude.

¿Cómo fueron tus inicios? ¿Qué recuerdas de tu primer desfile?

Creo que sería capaz de escribir una crónica de aquello. Me acuerdo perfectamente de cómo fue. Corría el año 1993 y fue en el marco de la extinta pasarela Cibeles. Mi primer desfile fue con Pedro del Hierro y recuerdo que llevaba un mono rosa con pedrería, que hicimos una salida en grupo y que yo desfilé detrás de Judith Mascó. Creo que hay momentos que te marcan en la vida y aquel fue uno de ellos. Además en aquella edición también desfilé para el maestro Jesús del Pozo y Roberto Verino. Personajes a los que les estoy muy agradecida porque fueron el motor de mi trayectoria. Gracias a la moda española pude desarrollar mi carrera fuera de mi país y eso es una suerte.

Y con tu salto a las pasarelas internacionales, llegó Yves Saint Laurent…

Sí, con él hice algunos de los trabajos más bonitos de mi carrera. Hay personas que te marcan y él, sin duda, lo hizo. Me tengo por una persona curiosa y para mí entrar en el número 5 de la Avenue Marceau [el lugar donde el modisto franco-argelino tenía su estudio en la ciudad de París] era como entrar en un templo. No solo por todo lo que allí se veía, sino porque te impregnabas de toda la liturgia de monsieur Saint Laurent. Se respiraba una admiración y una veneración de todo el que trabajaba allí dentro como he visto en pocos lugares en mi vida.

¿Qué te legó el modisto?

De él aprendí su maestría a la hora de mezclar colores, la forma tan minuciosa que tienen de trabajar. Si por algo se distingue a la costura parisina es porque son perfeccionistas. Era capaz de descoser una prenda si veía que una costura no estaba perfecto estado. También me quedo con todas aquellas nociones de sastrería: ya no se hacen esmóquines o americanas tan perfectas como las que hacía Saint Laurent. Tengo la suerte de haber vivido la historia de la moda de cerca y me siento una privilegiada.

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Después vendrían Lacroix, Ungaro o Stephan Rolland, entre otros.

Sí. De la mano de todos ellos aprendí mucho del universo de la alta costura. De hecho, cuando yo cojo un traje me encanta mirar cómo está hecho por dentro. Soy una fanática de esos detalles porque descubres que hay modistos que son arquitectos. Como por ejemplo Stephan Rolland. Un hombre al que me une una amistad y una admiración profundas desde que trabajara como director creativo de la firma Jean-Louis Scherrer. Él, como tantos otros, han sido capaces de convertir los volúmenes en feminidad y vestirte con ello y divertirte es un privilegio y un aprendizaje del que puedo presumir.

Sin duda, nombres propios de la cultura de la moda. ¿Qué valoración hace de todos tus años de trayectoria?

Si algo he aprendido es que nada es gratis. Que, por supuesto, existe el factor suerte, pero son siempre necesarias altas dosis de constancia, perseverancia y mucha pasión. Sí que es cierto que he pasado por épocas difíciles. Yo aterricé en el mundillo en la década de los 90, pasé de hacerlo todo a escuchar “Ella es demasiado guapa” y a no trabajar en nada durante largas temporadas. Me llegué a rapar el pelo para afearme y adaptarme a las fases y los gustos de la moda en cada momento. Ahora bien, creo que quien logra mantenerse en el tiempo, es solo fruto del trabajo.

En todos estos años, también has tenido la suerte de protagonizar innumerables campañas publicitarias o editoriales de moda fotografiados por grandes profesionales de la fotografía…

Sí, me acuerdo, por ejemplo. de mi primera campaña para Saint Laurent con motivo del campeonato mundial de fútbol de 1998. Entonces trabajé con Jean-Baptiste Mondino de quien aprendí muchísimo. También recuerdo mis trabajos con Ruven Afanador. Un hombre capaz de convertirte en un personaje. De hecho, yo siempre digo que las modelos como como actrices de cine mudo. Tenemos que saber aquello que el fotógrafo o la estilista quieren a través de nuestra expresión corporal.

No cabe duda, Nieves se mueve y se desenvuelve con una naturalidad pasmosa. Quizá todo sea fruto de ese bagaje que la hizo estar en el lugar perfecto, en el momento perfecto. “Lo repito con frecuencia: qué suerte tuve haber podido empezar a trabajar en aquellos años donde todo era una locura creativa y donde existía una comunión entre diseñadores, fotógrafos, maquinadores, modelos… Hoy el sector vive de otra manera. Hoy todo el mundo está con el móvil y no niego que sea malo, quizá estemos ante una mayor profesionalización del sector, pero creo que se ha perdido la espontaneidad que había entonces”, opina. Una nueva realidad de la que —dice— está más enfocada al dato, a los números, al consumo rápido.

Álvarez sostiene que las carreras de las modelos actuales son más efímeras que las de aquellas que se consagraron en la década de los 90. Y lo expresa el con conocimiento de causa de alguien que lleva tantos años formando parte del sector y siendo el rostro de un programa de televisión cuya misión es promover la creación de moda española. Una industria que parió a Cristóbal Balenciaga y que hoy lucha como gato panza arriba para hacerse un hueco en el panorama fashion internacional. Es entonces cuando le pregunto:

¿Crees que la moda española goza de buena salud?

Existen muchos diseñadores con un grandísimo talento, pero le falta industria, les faltan recursos que son muy costosos y muy difíciles de conseguir. Algo que redunda en lo complicado que les resulta hacer marca, porque no tienen posibilidades de hacer publicidad. Para nuestros diseñadores es muy complicado soportar un negocio de unas dimensiones como las que supone tener una marca.

¿Y qué diagnóstico haces de la moda masculina?

Para empezar, me declaro consumidora de ropa de hombre. Creo que una mujer está mucho sexy cuando está vestida con las prendas de su chico. Quizá el haber podido vestir esmóquines de Saint Laurent o los trajes de Romeo Gigli, me hayan llevado a tener cierta querencia por la moda masculina. Y creo que en nuestro país tenemos, sin duda, a primeros espadas del sector. Palomo Spain, Carlota Barrera, Mans Concept Menswear, Juan Avellaneda… Todos ellos son, sin duda, un ejemplo de que estamos desterrando el mito del conservadurismo a la hora de vestir de los españoles. El hombre ya se atreve a explorar nuevas fronteras.

Que el hombre rompa ciertos tabúes, que se atreva a cuidarse más, a atreverse con prendas diferentes es algo que Álvarez ha ratificado con el paso de los años.

“Las nuevas generaciones se atreven mucho más. Hace unos años era impensable encontrarte con chicos vestidos con pantalones de talle alto”, explica. Y Flash Moda, el programa de televisión que presenta en TVE desde 2012, también ha ayudado a que los espectadores se familiaricen con otros universos estéticos.

¿De qué manera influye en la sociedad?

A través del apoyo que un programa de televisión especializado en moda brinda a muchos de nuestros diseñadores de moda masculina. Gracias a él damos a conocer la trayectoria de todos aquellos que ya se han consagrado en el mercado, pero también las carreras de aquellos que comienzan. Y eso es algo que a mí me gusta extrapolar al vestuario que utilizo cuando aparezco en pantalla. Me encanta que mi estilista me vista con ropa masculina pero adaptada a mi silueta.

Sin duda, Álvarez es una mujer a la que le gusta probar y experimentar. Un hito fundamental en un sector y en un mundo en constante cambio. Cambios a los que la moda deberá adaptarse tras la crisis sanitaria derivada del coronavirus. A saber: firmas como Asos probaron con la realidad aumentada para vestir a modelos virtuales durante la cuarentena. Otras marcas como Zara han invitado a sus modelos a ser las protagonistas de improvisadas campañas fotográficas realizadas por ellas mismas en su propia casa. El devenir de estos acontecimientos vaticina una reinvención de la industria y la modelo es consciente de ello. “Yo creo que la conversión pasa por el universo digital, que habrá que adaptarse a esta nueva situación”, explica.

A día de hoy, resulta casi impensable imaginarse un bancadas abarrotadas de gente para disfrutar de un desfile. La famosa distancia social también marcará el nuevo rumbo de la industria. ¿Presentaciones a través de plataformas digitales, proyección de fashion films en auditorios con aforo limitado o desfiles protagonizados por humanoides que sustituyen a las modelos tradicionales? Las nuevas narrativas marcarán un antes y un después en la era de la Covid-19 pero, ¿han llegado para quedarse? ¿Supondría un deterioro en la profesión de los modelos? Nieves Álvarez lo tiene claro: “Aunque nos enfrentamos a nuevos reto con un potencial muy creativo, no hay nada como ver la ropa sobre sobre un ser humano. Es decir, tanto mis compañeras como yo no vamos a dejar de trabajar de esto.

Y así, con los nuevos horizontes que marcarán a la industria así como el devenir profesional de quienes trabajan en ella, despedimos a Álvarez en el mismo lugar en el que nos recibió para charlar en el marco de las Entrev-Instas de Esquire. Ella ya planea con subirse de nuevo a un avión para recorrer mundo, alfombras rojas y estudios fotográficos desde los que seguir alimentando su ya abultadísimo currículo. El futuro, seguro, le traerá muchos (y nuevos) viajes.