El poeta italiano Tonino Guerra, guionista de la película de Federico Fellini Amarcord, fue deportado a un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Nada más salir, contaba el escritor (no es una leyenda, es un hecho cierto), tuvo la irremediable necesidad de soltar un chiste: "yo he estado contento muchas veces, pero la que más fue cuando me liberaron en Alemania y vi una mariposa y la miré sin ganas de comérmela". "Hoy a alguien le habría ofendido ese chiste. Por efectista y por pretender comerse a una mariposa teniendo una alternativa vegetal", apunta el humorista, guionista y actor Berto Romero. Ay, los límites del humor. "La cuestión de los límites es que no los pone nadie. Cada uno pone los suyos. Y, además, los tienes super-claros. Se nota cuando algo te pica y cuando no. Cuando algo te hace sentir incómodo o violento, lo sabes. Los que hacemos comedia también los tenemos. Hay temas que me hacen sentir incómodo y no hago chistes sobre ellos precisamente porque me incomodan. Pero este terreno es muy complicado porque no está regulado, depende mucho de la subjetividad de cada uno y del contexto de cada uno, que es algo que se ha perdido también. Antes teníamos claro que en un teatro se decían cosas que no se dicen en la tele. Romper los contextos y mover las cosas de un sitio a otro crea confusión y esta es la confusión que muchas veces aparece con los límites del humor", plantea Romero.

"Echo de menos que este tema se aborde en toda su complejidad. Creo que un tema como los límites del humor no lo puedes debatir en Twitter, a tuits, ni a gritos. Estás hablando de libertad de expresión, pero estás hablando también de sentido común, y el sentido común es un marco común ético. Cuando todo el mundo usa el sentido común debería saber qué es lo que está bien y qué es lo que está mal en una situación. Esto antes lo compartíamos todos, pero ahora, no. Hace tiempo que eso es líquido. El sentido común se deforma, se estira. Eso es mucho más complicado de lo que te da un debate de televisión con gente gritando o una polémica en redes", añade.

Quiero hablar con Berto Romero sobre los límites del humor porque la tercera y última temporada de la serie Mira lo que has hecho, que se estrena el jueves 18 de junio en Movistar +, trata, entre otras muchas cosas, precisamente sobre los límites del humor. Yo creía que los límites del humor dependían de la calidad del humorista, de la calidad del chiste, como en el caso de Tonino Guerra. Y es infinitamente más complejo. "Si entramos en valoraciones de calidad o de gracia, estamos perdidos. Porque eso es subjetivo. Estoy convencido de que a mucha gente lo que hago le parece que es un churro. Entonces, [si el criterio es la percepción de la calidad] estamos perdidos", explica Romero.

"Lo que hay es mucha intencionalidad. Tiene que ver con sacar un chiste de contexto para provocar una inflamación y luego usarla para una agenda determinada que tú tengas y te puedas defender. Es un asunto confuso, pero es que, además, es deliberadamente confuso. Se fomenta que sea confuso. Yo no tengo ninguna tesis. Esto es un follón", concluye. En la tercera temporada de Mira lo que has hecho, tampoco toman partido. Obviamente, al decidir contarlo de una forma determinada, sí que es cierto que se les ve el plumero, pero lo hacen con tanta elegancia que dejan que el espectador saque sus propias conclusiones. Porque siempre puede pasar como con la mariposa de Tonino.

Los límites del humor tienen también que ver con los límites de lo políticamente correcto. Y ahí se salta del humor a la educación, que es la base, el principio, la masa madre. "Nosotros hemos crecido en un mundo en el que lo políticamente correcto no existía, y de repente han crecido todas estas normas. Y creo que no está mal, porque la mayoría de ellas están muy bien. Por ejemplo, mi generación, de repente, ha aprendido que era machista, se ha dado cuenta de que existía ese problema. Nos hemos dado cuenta de que usábamos formas machistas en nuestras maneras de expresarnos con las mujeres, pero, claro, es una generación muy baqueteada y que ha tenido que adaptarse mucho. Y eso genera muchas dudas", señala Romero. En la serie hay una escena clave en la que los personajes de Berto y Sandra tienen una interesante conversación sobre los cuentos políticamente correctos y sobre la educación de sus hijos. No te cuento más para no estropearte la escena. Pero va exactamente de esto.

berto romero y eva ugarte en una escena de mira lo que has hecho temporada 3
El Terrat

"Siempre hablamos del miedo que nos da habernos equivocado, habernos convertido en una versión equivocada de nuestros padres. Haberles enmendado la plana cuando, a lo mejor, no lo habían hecho tan mal, o cuando resulta que se habían equivocado menos de lo que nosotros creíamos. El abismo que hay entre mi padre y yo es tan grande… ha habido un proceso de adaptación tan grande en tantos temas", matiza.

No tengo tan claro que la gente tenga más ganas de reír después de la pandemia

Esta es una de las muchas reflexiones que se ha visto obligado a hacer Romero (y también los otros dos guionistas de la serie, Rafel Barceló y Enric Pardo). "Trabajar en una serie como Mira lo que has hecho, como en cualquier otro ejercicio creativo en el que exploras tus propios sentimientos, funciona para indagar en quién eres. Pero la verdad es que no es importante saberlo. Cuando lo sepas, habrás cambiado", me contó Romero después de escribir la segunda temporada de la serie y antes de hincarle el diente a la tercera, así que no puedo evitar preguntarle qué ha aprendido sobre sí mismo escribiendo el final de la serie. "Al final han sido cinco años de mi vida. Tres de rodaje y dos años previos de preparación. Darle vueltas a todos estos asuntos hace que tengas que explicarte mucho a ti mismo, pero sobre todo te obligan a hacerte muchas preguntas. Sí, me conozco mejor, pero a lo mejor no he aprendido nada nuevo, no tengo más respuestas. Lo que sí tengo son más preguntas. Sí me he dado cuenta de que soy más valiente tomando decisiones, me apoyo más en mis intuiciones y en lo que opino de algunas cosas, y también he perdido el miedo a no tener opinión sobre muchas otras. Ese es otro de los grandes problemas que nos atenazan, tener que estar opinando constantemente, tener una opinión formada de todo", dice.

Romero es una persona tremendamente reflexiva, así que no tengo tan claro que eso no lo hubiera aprendido mucho antes, pero vamos a dejar ya de tratar de meternos en su cabeza.

Precisamente por esa capacidad de mirar las cosas con cautela, sin tener que formarse una opinión rápida, le pregunto también sobre cómo va a ser la vuelta a los escenarios de los humoristas tras la pandemia. Desde fuera parece que la gente va a querer consumir humor con más ganas, que va a tener más ganas de reír. Pero, ¿desde dentro? "No tengo las cosas claras. No tengo tan claro que la gente vaya a volver con muchas ganas de reírse o que no las tenga. Yo mismo, que también soy público, no sé exactamente si tengo ganas de nada. Hace falta tiempo. Creo que hay que esperar. Todos los cómicos estamos preocupados por lo que vamos a contar cuando nos subamos al escenario. A lo mejor hay un pacto con el público en el que decimos: oye, ya sabemos todos lo que ha pasado, vamos a reírnos de otras cosas. Por lo que he hablado con otros cómicos, una introducción antes del monólogo la vamos a tener que hacer todos. ¿Quién sabe?", plantea.

"Ahora estamos todos haciendo una comedia muy sincera, de explicar cómo estamos, porque nos parece que es también lo que la gente está esperando y le apetece ver. Intentamos evadirnos para no pensar mucho en lo que está ocurriendo. No sé qué vamos a hacer. Pero sí es cierto que me ocupa mucho tiempo. Me ocupa más que me preocupa. Porque nuestro oficio es muy de contacto. Cuando el cómico no está en contacto con lo que pasa, enseguida te das cuenta. No es como una novela, en la que a lo mejor te puedes abstraer más, pero con el humor tienes que saber lo que está pasando. Tengo curiosidad, pero no tengo respuestas", concluye.