¿Es de locos comparar la cocaína o la heroína con la menta? A simple vista suena más que descabellado pero, aunque la menta dista mucho de ser una nueva droga, sí comparte con estas sustancias ciertos compuestos que nos hacen desear más y más esta hierba y convertirnos en auténticos adictos a la menta, tanto a su olor, como a su sabor y color.

Si eres de los que consume a diario menta, bien sea mediante infusiones terapéuticas, junto a los cócteles que te tomas en la discoteca o en una terraza con los amigos, o incluso para aderezar con un toque de color tus comidas, puede que al final del día, de la semana, del mes o del año termines por experimentar una ligera, muy ligera, sensación de atracción por la menta.

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No decimos que sientas la necesidad irrefrenable de consumir esta hierba a todas horas, ni que puedas tener el ‘mono’ si no la tomas –como pasa con otras drogas–, pero cuando ingerimos un alimento que tiene múltiples ventajas nutricionales –como es el caso de la menta– nuestro organismo se vuelve tan adictivo a sus beneficios que intenta reclamar su presencia en cualquier momento del día y de la noche.

De entre sus ventajas vamos a destacar sólo dos, las justas y necesarias para entender esta adicción que el cuerpo puede llegar a tener por la menta: resuelve con rapidez y eficacia los problemas estomacales y frena el crecimiento de bacterias y hongos dañinos.

Pero aquí la razón de ver la menta como una droga sana tiene que ver más con el aspecto psíquico. Nuestra mente puede jugarnos malas pasadas que nos resulten difíciles de entender, como esta posible atracción por la menta. Si nuestro cuerpo considera que esta hierba nos hace bien, no es de extrañar que, inconscientemente, tengamos predilección por consumirla constantemente.

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