Yo quería hablar con el humorista, mago y escritor Luis Piedrahita (A Coruña, 19 de febrero de 1977) sobre su inminente (en mi imaginación) entrada en la Real Academia Española (de la Lengua). No le hablaba de otra cosa a mi familia, en casa, y a mis amigos, por videoconferencia, móvil en mano. En el desayuno, en la comida, en la cena. Mientras dormía, en la ducha... Mi familia estaba hasta el gorro. Mi hijo de cuatro años estaba ensustado (dícese de aquella persona que está, al mismo tiempo, enfadada y asustada; el término está acuñado por mi atribulado vástago Marcos, no por mí). Mi mujer, hasta el moño de los efectos del confinamiento desescalante en mi persona. Tenía el plan perfecto: Luis y yo, ataviados con las preceptivas mascarillas FFP2, disfrazados de repartidores de Telepizza, entrando en los domicilios particulares de tres, nada menos que tres, académicos de la RAE a la hora del telediario. Un poquito de pentotal sódico por aquí, unos mensajes en plan Leonardo DiCaprio Origen por allá... La idea: convencerles de la importancia de que Luis Piedrahita fuera el siguiente candidato a ingresar en la RAE en cuanto quede un puesto libre. Mi idea era sembrar un meme en sus cabezas académicas...

Y no te lo vas a creer, pero va y resulta que Luis Piedrahita, el mismísimo Luis Piedrahita, sí, ese mismo Luis Piedrahita, va y me dice que no merece un sillón, ni orejero, ni de estilo escandinavo, en la Real Academia Española (de la Lengua), que si acaso lo habría merecido Marcos Mundstock. Pero además de darme una lección de humildad y de poner en evidencia la inanidad de mi plan, va y se pone a hablar sobre el miedo a envejecer profesionalmente. Pero es que es más. Luis Piedrahita tiene la cabeza totalmente despejada a la hora de hablar sobre cómo va a ser la vuelta a los escenarios de los artistas. Al menos de los humoristas, aunque su análisis, sospecho, se puede aplicar a todas las disciplinas artísticas que requieren subirse a un escenario.

"Me niego a volver a la realidad con un especial sobre la pandemia en el escenario"

"Creo que el artista decide menos de forma racional de lo que él se cree", nos explica Piedrahita (sin acento, que en su familia nunca se lo han puesto, digan lo que digan esos señores de la RAE para los que guardo en casa jeringuillas ahíta de Tiopentato de sodio). "Quiero decir que cuando me suba a un escenario, veré qué es lo que hay que hacer. Ahora mismo no lo puedo planear porque jamás he estado en un escenario con un 30% del aforo obligado o impuesto. Yo creo que eso va a generar una emoción en el público con la que yo voy a tener que jugar. No sé muy bien cómo va a ser, pero cuando lo tenga delante voy a saber lo que hay que hacer. Ahora mismo no lo tengo claro. Voy pensando, voy trazando unas líneas, creo que a lo mejor es esto o lo otro, pero solo cuando esté subido encima del escenario sabré exactamente qué es lo que hay que hacer", añade.

"Yo me niego a volver a la realidad, a la nueva realidad, con un espectáculo sobre el coronavirus, sobre haber estado confinado. Yo me niego a hacer un especial Pandemia, o unas bromas con lo que ha ocurrido. No me apetece hacerlo. No me lo pide el cuerpo. Habrá gente que lo haga y habrá gente que lo hará maravillosamente bien. A mí el cuerpo no me lo está pidiendo. Estoy deseando que llegue algo lo más parecido posible a la realidad, pero creo que los shows no van a poder ser iguales. Creo que regresaremos a la realidad, pero no seremos los mismos. Como las sensibilidades van a ser distintas, necesitamos un arte diferente. Yo voy a tener que cambiar mi discurso. Trataré de variarle lo menos posible, pero en estos meses, hemos aprendido una lección que ahora llevamos en la mochila, pero que no debemos obviar, que no podemos hacer como que no ha pasado. No sé qué pequeños tornillos habrá que apretar en el nuevo espectáculo para que funcione como funcionaba antes de la pandemia habrá que cambiar cosas, porque ya sé que si lo hago exactamente igual no va a funcionar como funcionaba", apunta el cómico.

Tengo la teoría de que el público va a llegar con unas ganas de disfrutar desproporcionadas, así que se lo suelto.

"Estoy de acuerdo. La gente no va a llegar con ganas, sino con la necesidad de reír. Va a llegar con un poquito de ansia. Eso tiene una cosa muy buena, que es el comienzo muy fácil del espectáculo, pero tiene una cosa preocupante y peligrosa y es que la decepción está garantizada. Van a arrancar con muchísima risa y con una explosión que no es fruto de la propuesta artística, sino de algo que ellos traen en su mochila. Y luego todo el espectáculo tiene que estar a la altura de esa ansiedad que ellos se han cocinado en su casa. Tengo que hacer algo que esté a la altura de esa energía tan poderosa, de ese desvirgamiento cómico. Van con esos nervios de la primera vez. Así acuden al espectáculo. Habrá que estar a la altura y troncharles de risa todo lo que se pueda. Es una responsabilidad muy grande", dice.

"El humor siempre es una carrera de fondo. Es muy fácil hacer un sprint, es muy fácil hacer unos chistes rápidos, pero mantenerse ahí… He hecho muy poco humor durante la pandemia y solo lo he hecho cuando alguien se ha puesto muy pesado. Por eso tiré más por la magia. Cuando arrancó la pandemia tenía una sensación real de inutilidad. En situación de catástrofe soy totalmente inútil. Los médicos, las enfermeras, los sanitarios pueden curar, las personas encargadas de suministros pueden hacer que el país siga funcionando, pueden ayudar, pero yo solo puedo quedarme en casa porque soy inútil. Pero mi chica me dijo: No, no. Ahora mismo hay padres y madres con sus hijos confinados en casa y tú puedes ayudarles explicando pequeños juegos de magia con cosas que ellos tengan en casa para entretener a esas pequeñas bestezuelas confinadas. Y eso me pareció necesario, útil, y me salió hacerlo", cuenta. El resultado 25 piezas de magia, explicando juegos muy sencillos que todos podemos hacer con cosas que tenemos en casa y los ha colgado gratuitamente en redes (ahora está preparando un curso de iniciación a la cartomagia de diez sesiones para todas las edades a través de su página web). Uno de ellos se ha podido ver en el programa confinado de los magos todopoderosos Penn & Teller:

youtubeView full post on Youtube

Porque Piedrahita, por si hay alguien que no lo sabe, es también mago.

"Trabajo como un traficante. Me encanta la magia y he estudiado muchísimo la magia, los grandes magos, sus libros, sus técnicas, pero también me gusta mucho el humor. He trabajado y he estudiado el humor y lo que aprendo de la magia lo aplico al humor y lo que aprendo del humor lo aplico a la magia. Es divertido ver una magia graciosa, pero creo que donde realmente es interesante es cuando el narcotráfico, el contrabando, funciona en la dirección contraria. A mí me parece muy interesantes las técnicas de la magia que yo aplico al humor y esto se ve mucho en mi espectáculo nuevo, que ahora mismo está “paralizado”, “en pausa”, hasta que volvamos a la normalidad, Es mi palabra contra la mía. Yo aplico al humor estructuras, formas de pensar y formas de hacer que he aprendido en la magia. Y ya las hacía en mi espectáculo anterior, Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas. Creo que es lo que hace que el espectáculo se despegue de lo que es un espectáculo de humor convencional. La gente saliendo diciendo me ha gustado, me he reído, pero… esto que ha pasado ¿esto es de verdad? Salen con una emoción distinta, de haber estado en el umbral de algo imposible. Yo estoy muy contento con el resultado de este show. Ahora está en el congelador, en un tupper, esperando que podamos subirnos otra vez a los escenarios", apunta. Si no lo sabías, ahora entiendes por qué pensaste exactamente eso que pensaste cuando saliste de uno de esos espectáculos.

Lo de la RAE, no te vayas tú a pensar, no es el único tiro que me sale por la culata. Porque resulta que yo quiero hablar con Luis Piedrahita, sí, ese Luis Piedrahita, sobre sus comienzos en la comedia y, vaya, él va y habla sobre el final de su carrera. Y, oye, resulta que es infinitamente más interesante lo que me cuenta que lo que yo quería que me contara.

"Cuando uno comienza, con una absoluta ingenuidad piensas: ojalá estuviera pudiendo subirme a los escenarios durante 20 años y llenando. Ese era un sueño que no me imaginaba. De hecho no me dedicaba tanto a imaginarlo como a trabajar duro para que sucediera. Y la parte que me preocupaba no era en la que estoy ahora. La que me preocupa es en la que estoy ahora. Esa es la que me parece más dura. El final es muy duro en todos los aspectos profesionales, en todos los aspectos artísticos, el envejecimiento del artista, la pérdida de indulgencia del público. A mí me sucede mucho que tu monólogo de los bombones era el mejor. No, no era el mejor. Puede, de hecho, que fuera de los peores. Lo que pasa es que usted era más indulgente conmigo. No me conocía, veía a un chaval que acababa de salir y hacía algo que estaba bastante bien. Pero es que ese monólogo es peor, bastante peor, que el monólogo que hago ahora en el teatro. Usted me dice con cariño que le gustó y que fue lo que más le gustó en la vida, pero esto es porque era usted más indulgente, no porque yo fuera mejor. Siempre les digo: no convierta usted en virtudes mías defectos suyos", explica.

Mi temor es que el humor envejece muy mar y no quiero envejecer en el escenario siendo un pesado

“Mi temor es que el humor envejece muy mal. El final de un humorista es difícil. Hay miles de ejemplos en todo el mundo. Hay muy poquitos que han envejecido bien. Ver a humoristas clásicos y que sigan funcionando. Algunos de los mejores, dices, caray, hay que volver a aportar indulgencia para que siga funcionando. Esa es la parte que a mí me preocupa, el envejecer siendo pesado, el envejecer creyéndome con la gracia que tenía en el pasado en un momento en el que ya no funcionen las reflexiones, los tiempos, la forma de pensar el humor. Eso sé que va a pasar y lo único que quiero es llevarlo con la mayor dignidad posible", dice.

La groupie que todos llevamos dentro le dice que no, que es imposible, y Don Luis Piedrahita de las Altas Torres me responde: "Llámame arrogante si quieres, pero yo me creo capaz de fracasar en todos los caminos emprendidos". Bueno, me responde más cosas que esas.

"Mi apuesta desde el principio, que no sé si es un caballo ganador, es hacer un humor cercano a la poesía, que eso es lo que hace también Goyo Jiménez. Un humor que apuesta por lo elaborado, por lo trabajado, por un uso cuidado del lenguaje. A mí me hubiera gustado que el humor fuera por ahí, pero el humor ha ido por algo más roto, más canalla, como si eso fuera más fácil de conseguir. Y no creo que sea más fácil de conseguir. Creo que la transgresión, la gran transgresión es la belleza, no la fealdad. La fealdad es gratis y sucede sin tocar nada. La belleza es lo que implica revertir el tercer principio de la termodinámica: revertir la entropía lleva trabajo y apoyar a la entropía es muy fácil porque siempre va a suceder. Mi apuesta siempre ha sido por revertir la entropía, hacer algo que lleve trabajo, por algo que sea cercano a la poesía, que mejore el mundo, que construya… yo hacía esa broma de que me gustaba el humor como arma de construcción masiva. Hay dos formas de estar en la sociedad: una destruyendo aquello de lo que estás en contra y otra construyendo aquello de lo que estás a favor. Tiro por lo segundo. Y me lo echan en cara. Tú deberías ser más beligerante, más explícitamente combativo, y no sé hay gente que lo hace y lo hace muy bien, pero… Si Trump hubiera leído a Italo Calvino, no estaría haciendo lo que está haciendo ahora", dice. Vaya, el groupie que hay en mí deja paso al periodista, que piensa: titular, check.

"A mí me interesa que haya poesía por ahí. Así que si alguien por ahí de forma azarosa cae en alguno de mis monólogos, de mis libros o de mi magia, no va a ser como Donald Trump. Creo que alguien a quien le hacen gracia mis monólogos es justo lo opuesto de Donald Trump". No sabes, Luis, la tranquilidad que me da por mis hijos.